CAPÍTULO 01

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Parecía que me habían sacado de esta realidad para meterme en otra totalmente ajena, en la que el mundo se cambiaba los papeles, y en la que el tiempo de las fustas y los duelos había sustituido a las confrontaciones dialécticas y a los debates de los que tanto se vanagloriaban en Yale.

Yo, que era antiviolencia total, acababa de ver cómo Adrien había rajado la carne de Claude dejándole cicatrices de por vida, y cómo el Llave había hecho lo mismo en su brazo. La sangre no me mareaba, pero provocaba algo en mí que me dejaba débil... seguramente por lo sucedido con mi madre y el modo en que murió. Traumas que no había superado.

Pero nada podía justificar un enfrentamiento de aquella índole. ¿Espadas? ¿Un cuerpo a cuerpo? ¿En un cementerio? ¿Acaso se querían reír de los muertos? ¿Acaso se querían reír de la vida misma?

Todo ello con el beneplácito de alguien llamado Escriba, que como juez que se creía en posesión de la justicia y de lo que era correcto o no, aprobaba aquellos desafíos en los que el corte de la hoja de un florín separaba al ganador del perdedor. Y ahora Félix quería lo mismo. Ni hablar. ¿Y todo por qué?

—No —me negué yo en redondo colocándome entre los dos hermanos. La herida de Adrien no dejaba de sangrar y emanaba a través del algodón de la sudadera, entre sus dedos, que no podían detener la hemorragia. Alcé la mirada para encararme con Félix—. No vas a hacer eso.

El Escriba no atendía al diálogo entre los Agreste, él solo me miraba a mí. Tenía presencia y una fuerza en su mirada camuflada que no me pasaba inadvertida. Notaba que su atención se concentraba en mi persona y decidí enfrentarlo por igual.

—¿Qué tipo de líder eres tú que permites que los de tu clase se corten entre ellos? — La cabeza encapuchada del Escriba se inclinó hacia un lado. La máscara blanca e inexpresiva me ponía muy nerviosa, y no podía verle los ojos bien. ¿De qué color eran? Quise fijarme en algo más, pero todo su cuerpo estaba cubierto por aquella túnica oscura.

—¿Cómo dices? —me preguntó lentamente.

Adrien dio un paso al frente y me retiró suavemente, aunque se le veía nervioso e incómodo con la situación. Me colocó tras él, como si así pudiera protegerme de los ojos del enmascarado y de los verdes y febrilmente brillantes de su hermano Félix.

No. Sabía que ya no habría protección para mí. Estaba ante El Escriba y era un peso pesado de la Élite. Ya nunca podría pasar inadvertida para ellos. La gente como ellos, los que poseían otras jerarquías y acaudalaban tanto poder moral y mental entre los suyos, nunca permitirían que una goyin, como yo era, les diera la réplica. Y más aún, se asegurarían de que nunca abriese la boca para explicar lo sucedido.

No era estúpida. Sabía muy bien dónde me había metido. Lo sabía desde el principio.

Maese —dijo Adrien con un tono de disculpa—. Deje que me ocupe de esto. Me gustaría declinar el reclamo de mi hermano. La chica está conmigo.

—No importa que esté contigo o que se hayan acostado —intervino Félix dando una zancada hacia mí, mirando a Adrien por encima de mi cabeza—. Son las normas. Es un reclamo. Y Marinette va a necesitar que alguien la reclame. Lo sabes bien —le advirtió. ¿Por qué iba a necesitar que nadie me reclamase?

—¿Qué normas? —repliqué yo—. Las mías no. Desde luego, yo no he pedido ningún reclamo por tu parte, Félix. No tiene ningún sentido que hagas esto.

—Sí lo tiene —contestó sin más. Ni siquiera parpadeó al afirmar con tanta vehemencia, ni retiró los ojos de mi rostro.

¿Por qué alguien que me odiaba quería reclamarme? ¿Para hacerme la vida imposible? ¿Para joder a su hermano al que envidiaba? ¿Para qué?

/ 03 / FUEGO INTERNO (+18 ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora