IX. Darse Cuenta

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Veía a Lal hablar mientras se movía por toda la habitación pero realmente no le escuchaba por lo que esta dejó el pergamino en una mesa y le dio un pequeño descanso. Aprovechando eso, salió al balcón, notando que en el patio de abajo entrenaban algunos guardias, entre ellos el moreno culpable de que no durmiera casi nada las anteriores dos noches mientras que de día intentaba no hacer contacto visual.

Diviso la mata de cabello azabache y se dedicó a observar cómo enseñaba a más de algún curioso que deseaba aprender a usar el tipo de espada que siempre llevaba el moreno en la cintura. Mientras veía su mente divagaba pero siempre relacionado al moreno. Se preguntaba quién le enseñó a usar tan bien las katanas, porqué Dino lo recomendó, es que acaso se conocían, le daba curiosidad saber porqué Reborn le saludó tan animado la noche que le pidió ayuda para escaparse y conseguir la información de Vipper. Porqué Yamamoto conocía a personas importantes.

Se recostó sobre la dura roca de granito sin despegar la vista del entrenamiento de Takeshi, si y que en su mente le llamaba por su nombre de pila. Se sonrojó levemente al imaginarse decírselo de frente; cómo reaccionaría, su madre le había aclarado que en su tierra era mejor llamarse por el nombre que heredaban. Llevó su pulgar a sus labios y empezó a acariciarlos, los tenía algo secos. Suspiro pesadamente al volver a pensar en la de cabellos morados, Vipper le amenazó con que si se enteraba de que había algo importante para él lo usaría sin temor de represalias.

Porqué esa misma noche tuvo que darse cuenta, al pensarlo desde la primera vez le llamó la atención ese joven, sus presiones no lo dejaron ver claramente que el día que fue al coliseo prácticamente le faltó poco para gritarle que lo quería a su lado siempre; ¿Contaba como confesión? Además, lo que más odiaba eran los paseos reales porque Yamamoto siempre atraía mujeres aunque este parecía no caer en cuenta.

El jade y la miel chocaron de repente, haciendo que Gokudera reaccionara al instante y se sonrojara por completo, lo habían atrapado con las manos en la masa; bueno en este caso con la vista en Yamamoto. Se giró totalmente apenado ignorando la sonrisa que le regaló su guardia. Ahora se acomodaba en la silla y se recostaba en la mesa mientras intentaba calmar las millones de mariposas en su estómago y su desbocado corazón. Quería saber todo del otro pero siempre evadía el tema.

—No te atrevas Hayato—Se sentenció a si mismo mientras empuñaba sus manos y escondía su cara entre sus brazos

Nuevas preguntas llegaron a su mente al pensar en el porqué Yamamoto tampoco se opuso en ayudarle en todo aquel plan para evitar su compromiso y buscar la manera pacífica de renunciar a su cargo. ¿Tal vez él no quería verlo casado con alguien más? Se mordió el labio hasta sangrarlo

—No Hayato—Se regañó

Y si las cosas no resultaban y al final debía casarse con Xanxus estaría faltando el respeto a su prometido y futuro esposo ¿no? Ni cuenta se dió cuando empezó a caer en un profundo sueño. Escuchando por último cómo era llamado por su moreno insomnio.

[...]

Lo podían regañar por estar como estaba pero, le era imposible dejar de admirar aquel hermoso y apacible rostro.

Hacía unas horas había ido a buscar a Gokudera con la única finalidad de preguntarle si quería algo pues cuando lo vió en el balcón este le dedicaba una mirada como deseando que le diera algo. Sin embargo, al entrar donde se suponía debía estudiar, este estaba completamente dormido sobre la mesa, mientras Lal le veía molesta. La misma le pidió de favor que lo llevara a su habitación y sin rechistar tomó entre sus brazos al más bajo.

Ahora le veía dormir con total adoración mientras le apartaba algunos mechones de pelo que caían sobre sus delicadas facciones; admiraba esas largas pestañas platas y esos labios naturalmente rosados. Estaba consiente de que había decidido dejar de lado su locura de joven enamorado al enterarse de la posición del más bajo pero este se lo hacía imposible; cada que le sonreía, le gritaba para ocultar su vergüenza o le miraba de aquella manera como esa misma tarde caía más por él. Sonaría egoísta pero también quería que el menor se fijara en su persona aún con todo en contra.

—No puedo enamorarme—Susurró con una sonrisa agria—Al menos ese es mi plan de vida—Dijo mientras tomaba entre sus manos la del platinado y la besaba con delicadeza

—Take...shi—Llamó en un susurró mientras se removía en la cama

Se separó sonrojado mientras se cubría la cara con una mano y veía como el más bajo empezaba a abrir los ojos. Debía admitirlo, ese joven no era un capricho como lo pensó en un principio, lo quería a tal punto que estaba dispuesto a dejar todo por él, ahora entendía a lo que se refería Guiotto cuando le advirtió en su última carta que dejara las cosas por la paz o que corriera el riesgo de caer en las manos de los mismísimos dioses.

Los príncipes de Roma no solo tenían belleza sino inteligencia así que porqué no exagerar un poquito comparándolos con los dioses de ese lugar. Esperaba desde el fondo de su corazón que el plan del menor funcionara, que Vipper se pusiera de su lado y les ayudara a cortar el compromiso; ya luego se encargaría de sus propios problemas.

Gokudera se sentó sobre su cama, siendo iluminado por los rayos de luz de luna que se colaban por su ventana para preguntar con un sonrojo leve que hacía allí. Ni siquiera respondió, Yamamoto se levantó y salió del lugar dejando un confundido platinado que al final, bajo la vista y apretó con fuerza la sábana que le cubría. Acaso, fue tan obvio en cómo lo vio esa tarde y ahora estaba molesto. Al fin se daba cuenta que estaba enamorado.

Mientras que otro joven caminaba como león enjaulado de un lado a otro, siendo tranquilizado en vano por Lal, quien a su vez redactaba una carta con destino a Asia. Todo debía ser una cruel broma que el destino le jugaba al mejor guerrero de las líneas orientales.

El Principe del Coliseo [8059]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora