VII. Hablemos como Antes

7 1 0
                                    

El ruido del metal chocando con metal no era suficiente para distraerlo, su mente divagaba siempre en cierto joven noble aun si estaba en pleno entrenamiento como en esos precisos momentos. Trataba lo más posible de mantenerse alejado de Gokudera pues estaba dispuesto a cumplir con su objetivo de dejarlo vivir su vida sin él de por medio. Despreocupado podía parecer pero en el fondo sabía lo que sentía, por eso mismo no podía meterse en su camino. Estaban arreglándole una visita para que conociera a su futuro prometido, por lo que prácticamente ya podía considerar que le pertenecía a alguien más. Además... Negó levemente para ahuyentar los pensamientos que le atormentaban.

Soltó un pesado suspiro, se estaba cansando de ese estilo de combate por lo que de un rápido movimiento con la espada despojó de su arma al contrario, le hizo perder el equilibrio y al tenerlo en el suelo acercó rápidamente la punta afilada de su propia arma a la garganta de su compañero.

—Buen trabajo—Declaró para luego dejar la espada en su lugar y dirigirse al ala oeste del palacio

Siguió divagando en su mente, pensando que su forma de hacer las cosas era admirable como el acto de bondad que tuvo con la niña. No expresó en palabra lo que sentía pero sus acciones fueron suficientes para dar a entender lo que llevaba dentro. Eso a sus ojos era más puro que un sermón cargado de sentimientos fingidos, Gokudera le resultaba uno de los primeros nobles que era auténtico. Rió amargamente al caer en cuenta que no estaba haciendo buen trabajo en olvidar sus sentimientos estupidos, si en días aparecieron en días deberían irse ¿no?

Se detuvo de golpe al escuchar esa voz que hacía ya varios días no le dirigía palabra alguna.

—NO IRÉ—

—No grites podrían...—

—¡Nadie va a escuchar! Esta ala está vacía solo por mi—

Se acercó al lugar y se quedó parado bajo el umbral de la puerta.

—Tu padre dijo que irías, debes presentarte más a los eventos sociales, eventos donde está reunido casi todo el pueblo—

—¡Eso no es un evento!— Por primera vez lo veía realmente molesto—Es una forma cruel de entretenimiento, ¿No basta con las guerras?—

—Irás— Declaró la mayor sin rechistar—Xanxus estará ahí y tu padre espera que te comportes—Salió del lugar sin siquiera dirigirle la palabra al moreno

Yamamoto no hizo más que dedicarle una mirada para luego cerrar las puertas del lugar y esperar afuera, dejando solo al peli plata en el interior de la habitación. Este último se giró para golpear con todas sus fuerza la mesa de madera y llevarse la otra mano a la cara. Comenzaba a sentir la presión de todos sobre sus hombros, antes daba igual pues nadie esperaba nada de él pero ahora; ahora todo había cambiado. Desde su renacer como una maldita princesa hasta la actitud de Lal y Yamamoto para con él.

Mientras se vestía y de camino al evento. Se sentía solo, ya ni siquiera podía salir a distraerse de la forma que quisiera. Ahora tenía tantas responsabilidades; como sumergirse en cartas que debía responder para rechazar las propuestas de matrimonio como las que pedían una audiencia con el emperador, Lal se volvió tan estricta que ya no la reconocía; pasaba entrenándolo y educándolo tanto como príncipe como princesa. Su cuerpo comenzaba a resentirse con las malditas clases de manejo de armas como las de saber que colores usar en cada ocasión, memorizar la historia de su reino y dominar lenguas que nunca en su vida había escuchado.

Ahora le imponían un nuevo reto, presentarse a eventos sociales donde estuviera el pueblo; eso significaba una única cosa.

—Odio el Coliseo— Masculló entre dientes mientras todos los presentes hacían una algarabía de la emoción por ver qué animales pelearían contra los gladiadores.

Mientras sus ojos se concentraban en un solo punto otro le prestaban total atención. Yamamoto no dejaba de sorprenderse, había escuchado lo que recién soltó con desprecio el siguiente heredero del trono, sabía que hacía como que veía el espectáculo pero en realidad divagaba en otras cosas. Le llamó la atención ver que cada vez que una bestia rugía de dolor, Gokudera apretaba su mano derecha sobre su silla; si era el lamento de un hombre entrecerraba los ojos y los desviaba un poco hacia otro objeto cercano.

Todos en las gradas gritaban de emoción y vituperaban las hazañas de los gladiadores, incluidos los nobles quienes hablaban entre sí explicando emocionados el error del recién caído. Mientras que dos jóvenes parecían tan ajenos a todo aquello, uno deseando que acabara y otro debatiéndose en sí preguntar la razón cuando regresaran.

[...]

Tan solo quitándose el rojo de los labios se tendió en su enorme cama, giró en ella para ver las gotas de agua caer agradeciendo que por estas tuvieron que irse antes y no tuvo porqué intercambiar palabras con ese azabache tan aterrador. Tan solo se dirigieron una mirada donde el más alto le vio como si fuera escoria.

Escuchó como tocaban su puerta y dio el permiso de que entraran, escuchó como la bandeja de plata era colocada sobre la mesa y luego la puerta se cerraba de nuevo. Estaba seguro que escuchó dos pares de pasos pero solo uno salió. Se incorporó para ver quien se había quedado, aunque su simple presencia se lo decía.

—¿Qué quieres?—Preguntó en tono molesto

—Ma~ Ma~ solo venía a hablar—

Aquella declaración le hizo enojar, habían pasado ya un par de meses desde que no hablaban más que para darle órdenes, ya se había acostumbrado a eso y ahora quería hablar como si nada.

—Pues yo no—Declaró mientras se sentaba a la orilla de su cama—Después de todo soy un noble y los odias ¿no?—

No pudo evitar enojarse más al ver la incredulidad del más alto. Recordaba a la perfección que cuando pensaba que era un simple esclavo le confesó que no confiaba en los nobles, y ahora le hacía una cara de no saber de que hablaba, lo enfurecía.

—¡Ah! Tú eres diferente— Comentó despreocupado haciendo que la sangre del contrario hirviera aún más

—¡¿ENTONCES PORQUÉ ME TRATAS DIFERENTE DESDE ESE DÍA QUE ME VISTE COMO REALMENTE SOY?! TODO ESTE TIEMPO PENSÉ QUE ERA DESAGRADABLE PARA TI—

—Gokudera...—

—¡CÁLLATE! SABÍA QUE ESTARIA SOLO CON EL ACUERDO DE PADRE PERO CUANDO TE VI PENSÉ QUE ESTARÍA BIEN- Comenzaba a respirar de forma pesada— La primera vez que te ví fuera de estas paredes, supe que con solo mirarte me sentiría tranquilo- Llevó su mano a su pecho y aferró sus ropas con fuerza

—No tenía esperanza de volver a verte pero pareciste aquí y hablar contigo fue tan liberador que...—

Se tapó la boca al darse cuenta que habló de más, se suponía que no le diría lo que sentía. Los colores se le subieron a la cara al darse cuenta de su error, la presión que llevaba manejando le hicieron abrir la boca y desahogarse. Seguro se veía patético, no tenía el valor de levantar la cara y ver al moreno. Empezaba a hiperventilarse.

—Dime que quieres—

Aquellas suaves palabras pronunciadas por el más alto le hicieron buscar sus ojos, topándose con el dueño a pocos pasos de él. No sabía si aún era por el estrés pero no le importo, se abalanzó sobre Yamamoto quien no lo parto al sentir cómo se aferraba a sus ropas, al contrario acarició con cariño esas suaves hebras plateadas más suaves de lo que había imaginado.

—Hablemos como antes—Propuso en tono tranquilo el moreno

Afuera podía estar lloviendo a cántaros pero ahí en su alcoba, aferrado al moreno podía sentir que era el día más brillante y escondiendo más su rostro le dio permiso a una lágrima rebelde salir mientras esbozaba una pequeña sonrisa contra el pecho del contrario.

—Hablemos como antes— Apoyó la idea antes de separarse con un pequeño rubor sobre sus blancas mejillas

El Principe del Coliseo [8059]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora