Miércoles 17 de abril de 2019 – Port Erillos
Clara estaba expectante. Lucio contó la historia desde el principio. Comenzó con lo sucedido el día anterior: cómo esa mañana vio la silueta de la mujer proyectada en el espejo de su casa. Esa misma noche después de golpearse la cabeza en el baño del bar, volvió a ver sus ojos y facciones con mayor nitidez. Se percató que ella lo miraba a través del espejo, y lo impactante y real que se veía.
—¿Qué? ¿Te golpeaste en el espejo? —interrumpió la historia que contaba Lucio—. No dijiste nada cuando regresaste del baño — le reprochó Clara.
—Sí, supongo que lo omití —. Esbozó una sonrisa en su rostro—. Además, tricé el espejo del baño. Creo que tendré siete años de mala suerte.
—Tú no crees en supersticiones.
—Claro que no, pero... ¿Puedo continuar mi historia? —preguntó Lucio fanfarroneando.
—Continúa... —rezongó Clara.
Lucio reanudó su relato. No sabía qué había pasado esa noche: si se había dormido, o si se había desmayado. Pero de repente se encontró al costado de una carretera de tierra, muerto de frío. Se miró de pies a cabeza y notó que llevaba únicamente la camisa y el calzoncillo que tenía puesto esa misma noche. El miedo corría por sus venas: estaba semidesnudo a menos de cero grados, todo estaba cubierto de nieve. Solo se veían los pastos más largos que sobresalían del suelo blanco. Había pequeños manchones de tierra creados por las huellas de algún vehículo grande. Sintió como rápidamente se le iban enfriando los pies, seguido del temblor que subía por su cuerpo tensando todos los músculos. Miró a su alrededor, no sabía qué camino tomar. Lo primero que hizo fue tratar de buscar cobijo, y frente a sus ojos, a no más de cien metros, divisó un edificio en ruinas. Pensó en refugiarse allí, puesto que las demás casas estaban en peor estado, al borde del derrumbe.
Caminó esquivando los escombros con precaución de no pinchar sus pies descalzos. Ocultaba el cuello con su mentón mientras se abrazaba tratando de calentar su cuerpo. Se notaba el frío en cada bocanada de vapor que salía de su boca temblorosa.
En la aproximación, descubrió que no se trataba de un edificio. Lo que estaba viendo era una catedral, mejor dicho, lo que quedaba de ella. La parte más alta debió llegar a unos sesenta metros, el color marrón oscuro de los muros tenía un tinte rojizo. La mayoría tenían hileras que carecían de ladrillos, dando una luminosidad tenue al interior. De estilo semejante al románico, las puertas se hallaban formadas por una serie de arcos redondos concéntricos y en degradación, y las ventanas eran bastante más altas que anchas, terminando en arco. Solo se veía un ingreso: se trataba de uno de los arcos que debió haber funcionado como entrada para los feligreses. La catedral estaba en pésimo estado. «Creo que es el mejor refugio que puedo encontrar por ahora», pensó en ese momento.
Se acercó con precaución, parecía tierra de nadie. A los costados, carros quemados y despanzurrados permanecían silenciosos en la banquina. Parecía una zona de guerra, pero no aceptaba esa hipótesis absurda. Su sano juicio lo obligó a pensar en un gigantesco tornado que arrasó lo que encontró a su paso, aunque el escenario que iba descubriendo aceptaba y confirmaba su primera hipótesis.
A los pocos metros de terminar la gélida caminata, comenzó a oír explosiones lejanas. Sin ningún interés en averiguar qué sucedía a sus espaldas, con la velocidad de un venado asustado corrió hacia la catedral. Golpeaba la nieve con sus canillas, pisaba charcos y tropezaba con trozos de ladrillos dispersos por el suelo, algunos ocultos bajo los copos blancos, y otros a simple vista, todos esparcidos a causa de los bombardeos previos acaecidos en ese lugar. En tiempo récord logró cruzar el arco de la iglesia poniéndose a resguardo.
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Sueños de Guerra
Ficción histórica🏆NOVELA GANADORA DE LOS WATTYS 2021🏆 Un solitario profesor de Física se verá involucrado en un viaje para salvar a una mujer del pasado. ¿Qué hará por amor? ¿Elegirá 1945 o continuará en el 2019? El tiempo guarda un secreto. Su aventura de gue...