XIX. El encuentro

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Sábado 20 de abril de 2019 – Port Erillos

Habían terminado de almorzar. Clara estaba satisfecha de tanta comida, al parecer la habían atendido como le prometieron. Para él tener la compañía de ella en cada una de sus vivencias tenía un precio invaluable. Recostada en el sillón, mantenía el pie en alto sobre un almohadón y mientras disfrutaba de una tarde de ocio, Lucio lavaba y ordenaba los platos sucios como un buen anfitrión.

Dos tazas de té verde reposaban en la mesita frente a Clara. De repente, los ladridos de Freya anunciaron la presencia de alguien en el exterior. Lucio se acercó expectante a la ventana, ya que una visita a esas horas estaba totalmente fuera de sus planes.

—¡Oh, por Dios! —exclamó.

Restregó sus ojos y volvió a mirar. Parecía un espejismo. Si viajar en el tiempo había sido algo incomprensible, lo que distinguía a través del vidrio estaba un escalón por encima, rozando lo sobrenatural.

La joven que se encontraba afuera de la casa observó a un hombre que salía a su encuentro. Él coincidía con cada una de las historias relatadas en su familia. Al fin la conjunción del espacio tiempo había llegado a su cometido. Ella tenía la alianza y su dueño caminaba hacia ella. Las anécdotas dejaban de ser simples quimeras para convertirse en realidad.

Lucio se acercó y se detuvo frente a ella. El asombro había tildado sus cuerdas vocales y la palidez invadió su rostro. Estaba imposibilitado de hablar, pero al cabo de un segundo pudo balbucear una sola palabra:

—¿Roza?

—No te confundas. Soy Lyudmila, su bisnieta. Mi abuela siempre comentaba nuestro gran parecido —dijo la joven.

Lucio no podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Esa joven era idéntica a Roza: ojos azules, mirada dulce y profunda, el cabello rubio y lacio, al estilo juvenil de la actualidad. «Estoy soñando nuevamente. Esta joven será mi...», pensó asombrado. Él sabía que esto era imposible. ¿O no? Ya no sabía qué pensar. Tal vez no se había dado cuenta y en realidad se había desmayado.

Cerró los ojos y sacudió el rostro para ver si no era una ilusión, pero al sentir olores corroboró que todo era real. Luego de salir de su éxtasis logró articular un par de palabras:

—¡Eres igual a ella! ¿Cómo no decirte Roza si es el único nombre que se me viene a la mente?

—Mi nombre es Lyudmila. Y, como te dije recién, soy su bisnieta. Llevo tiempo esperando este momento.

—¿Acaso sabes quién soy?

«Claro que algo sabe de mí, de lo contrario no me hubiese buscado», pensó Lucio. No estaba en condiciones de pedir velocidad mental para razonar en ese momento.

—Cuando desapareciste, ella te esperó durante mucho tiempo, hasta que la espera fue reemplazada por Markov, mi bisabuelo —le contó ella.

—Disculpa mi mala educación. ¡Ven, pasa! —Colocó suavemente la mano en la espalda de la muchacha y le hizo un ademán para que ingresara a la casa.

El gesto de Clara, al ver a la joven, demostraba desconcierto. Ella había visto a Roza solo en las fotos que encontraron en internet y se dio cuenta el parecido.

—¡Clara! —dijo Lucio entusiasmado—. Ella es Lyudmila. ¡Es la viva imagen de Roza! —expresó con júbilo.

—¡Hola! —saludó a Clara educadamente con un movimiento de la cabeza mientras miraba de reojo la euforia que desprendía Lucio.

—Hola, Lyudmila —respondió Clara sorprendida y, sin comprender la situación, miró a Lucio a la espera de una explicación.

—Es la bisnieta de Roza —dijo Lucio esperando una reacción de Clara. Esta nunca apareció, ya que ella estaba más atónita que él—. ¡Esto demuestra que el viaje en el tiempo fue real!

Sueños de GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora