Capítulo 27

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Por fin me siento seguro, aunque en realidad no lo estoy, ya que puede que el laberinto lanze trampas para nosotros, pero por el momento imito a mis amigos que están tirados en el suelo tratando de dormir. Estoy de acuerdo que tomemos una siesta, ya que no hemos dormido mucho y hemos hecho cosas que nos agotan, hemos salvado una ciudad.

Despierto. Hay un canasto con comida al lado de nosotros, Zac y Camila siguen durmiendo así que no creo que ellos lo hayan conseguido, talvez el laberinto nos lo envío gracias a que salvamos la ciudad o por valentía, pero da igual. Me acerco a la canasta y observo lo que trae en ella; dos manzanas, dos mangos, uvas, un traste con sopa de macarron, un traste con estofado de cerdo y agua pura. No quiero empezar a comer sin compañía, por esta razón le doy unos golpesitos a Zac en el brazo y sacudo suavemente a Camila, los dos se levantan.

— ¿Qué pasa? — Dice Camila amodorrada

— Apareció un canasto lleno de alimentos — Contesto

— Súper — Dice Zac

— ¡Que bien! Tengo mucha hambre — Añade Camila

Agarro el canasto y saco los trastes que tienen la sopa y el estofado, comenzamos a comer, en realidad yo muero de hambre, quiziera atragantarme a monton la comido pero es mejor disfrutarla y comerla lentamente. Veo que Camila come despacio, igual que yo, pero Zac no, pareciera que lo están apurando, come muy deprisa. Una vez que terminamos de ingerir la sopa y el estofado continúamos con las frutas y el agua. Las uvas son deliciosas, creo que desde hoy son mis favoritas, en este momento nadie habla, solo en ratos cruzamos miradas.

— Solo quedan seis contrincantes y el laberinto se cerrará en cinco días, iremos diciendo los días en cuenta regresiva hasta llegar al último, al uno. Hoy es el día cinco — Dice la voz de mujer que me daba instrucciones en los primeros Oztos que caí.

La manzana se me atraganta en el cuello, los ojos se me ponen llorosos, solo tenemos cinco días para salir, si no lo logramos nos quedaremos atrapados y moriremos.

— ¡No puede ser! — Grita Camila, aterrada

— ¡Maldita sea! — Exclama Zac, con los ojos chillones

— ¡Calmense! — Digo — ¡Todo saldrá bien! — trato de sonsar con un tono de tranquilidad, aunque creo que no lo logré, en realidad me aterra no encontrar la salida

Los muros del laberinto se caen en pedazos, trozos de estos nos golpean el cuerpo y después de unos minutos desaparecen hasta dejar una gigantesca sala vacía, muy lejos logro distinguir siluetas, talvez de otros contrincantes, el olor a azufre y el frio se mezclan provocando un espantoso olor a bosque quemado.

Salen nuevamente muros del suelo solo que están muy delgados, mas o menos tienen tres pulgadas de anchos y son dos veces más grandes que los anteriores. Las barreras comienzan a girar lentamente, una se lleva zac a otro camino, esté quiere regresar con Camila y conmigo pero los muros comienzan a dar vuelta más veloz,  como las cuchillas de las licuadoras, si las tiento de seguro que me cortaría el dedo

— ¡Elyar! — oigo gritar a mi amigo

— ¡Descuida! ¡No te preocupes! — Se me adelanta Camila

— Como no me voy a preucupar — Exclama del otro lado de los muros

A lo lejos se escuchan fuertes gritos ahogados de mujer, no tengo idea de quién sea la persona que los origina, pero creo que está sufriendo y de una terrible manera.

— ¡Dios! ¿Qué le estará pasando? — Pregunta Camila

— Tal vez los muros la están acuchillando, espero que no, pero es muy probable — Contesto

Audaz©.  (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora