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Personaje: Riccardo Di Rigo

Universo: Inazuma Eleven Go

Ambientado en: Temporada 1

Advertencia: No.

Había decidido cambiarme al instituto de mi hermana, bueno, técnicamente ella me había cogido por un brazo y me había arrastrado a la oficina del director. Jade era un poco —demasiado— enérgica y sería un poco difícil decirle que no.

Oficialmente estaba en su clase y ella no dejaba de parlotear de lo feliz que estaba. Hablaba tan rápido que no entendía ni la mitad de las cosas que decía, pero ver a mi hermana contenta era tan raro que opté por no decir nada y limitarme a sonreír.

Caminábamos en dirección al campo de fútbol ya que me había insistido por activa y por pasiva que me hiciera gerente del Raimon. La verdad era que había sido mi culpa, yo la había metido en el fútbol.

A decir verdad ya conocía a algunos de los jugadores, no solo por lo que mi hermana me había contado, sino por que a muchos los conocía de primaria y de la guardería. Aún así, me daba algo de reparo presentarme así sin más.

Por poco me da un ataque al ver al mismísimo Mark Evans, con las manos en jarras observando el entrenamiento. Y si eso casi me da un infarto, en cuando reconocí la coleta de rastas a su lado, por poco acabo en el suelo. Jude Sharp, el mismísimo Comandante del Campo, era el ayudante del entrenador.

No estaba bien. No estaba bien, nada bien.

Jade pasó la mano por delante de mi cara, pero yo seguía mirando a los dos adultos impresionada. Tenían diez años más que la última vez que había sabido de ellos, luego de que ganaran el FFI contra Little Giants, la selección de Costail. Y ahí por dios, que bien le habían sentado esos años a los dos.

—Jane, ¿quieres un caldero? —me preguntó mi hermana con burla. —Ya sabes, para las babas.

—Cierra la boca. —le gruñí, logrando que se riera.

Pasé mí mirada a los jugadores, los cuales no se habían dado cuenta de mi presencia. Solté una exclamación al reconocer una fina y larga coleta entre ellos, cuyo portador era el ladrón de suspiros de mi querida hermanita. Oh, me iba a divertir de lo lindo.

— ¡Nishiki! —exclamé, agitando los brazos como si fuera un pájaro, mientras mi hermana me intentaba parar.

El mencionado, igual que otros jugadores, giró la cabeza. Al principio frunció el ceño, para luego abrir los ojos como platos al reconocerme. Me reí mientras lo observaba echar a correr hacia nosotras, escuchando a mi hermana quejarse por lo bajo.