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—Te busqué el sábado —Anne sonrió al oír aquella voz otra vez

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—Te busqué el sábado —Anne sonrió al oír aquella voz otra vez.

En esta oportunidad no se encontraban en aquel lago, sino en medio de una ciudad, vistiendo algo más adecuado para la circunstancia de esa noche de invierno.

—¿Sabes algo? —siguió Gilbert al acercarse—. Mi estúpido mejor amigo me despertó la última vez.

— Si... cuando abrí los ojos en el sueño ya no estabas ahí —comentó Anne mirándolo directo a los ojos con cierta tristeza—. Luego desperté y... —no deseó seguir hablando de eso. Prefería hacer a un lado sus pensamientos acerca de la mudanza.

—¿Y...? —el pelinegro esperó una respuesta mientras comenzaba a caminar por la ciudad sin un rumbo exacto, seguido al lado de una pelirroja que no hacía más que mirar al piso.

Eres hermosa incluso cuando me ignoras... ¿Eso significa que soy masoquista?

—Oh, nada, solo sentí el aroma de los huevos revueltos de mamá —técnicamente no mintió, solo omitió un detalle de su vida— ¿Y tú? ¿Qué hiciste luego?

—Volví a dormir para encontrarte —Anne abrió los ojos como platos debido a que ella había hecho lo mismo—. Pero el lago estaba vacío —suspiró al compás de un movimiento en sus cejas, con aquella manera que te causaba ternura, pero que a la vez podía volarte la tanga sin haberte sacado el short antes—. Y ahora estamos aquí...

Ambos se quedaron fijos en un parque ubicado en diagonal a donde se encontraban parados. Entonces se miraron con una sonrisa cómplice y comenzaron a correr en esa dirección como todos unos niños pequeños.

—Quiero ir a la rueda de la fortuna —avisó Anne dando pequeños saltitos, igual que cuando tenía cinco años.

—Yo al tren fantasma —se quejó Gilbert, que acababa de imaginar que tenía una cantidad de dinero considerable en sus bolsillos, lo suficiente como para pasar un buen tiempo en el parque.

—Dos boletos para la rueda de la fortuna —le dijo Anne a nada más ni nada menos que Tyrone, el Backyadrigan— ¿¡Tyrone!? —exclamó sin creerlo.

—¿¡Te imaginaste al toro de Los Backyardigans!? —Gilbert alzó una ceja de incredulidad y falsa indignación— ¡Hubieses pedido a Uniqua!

Pero ahí estaba ese... ¿bicho?... en la entrada del parque y sobre un taburete, vestido como un vendedor de golosinas del cine. Aquello era extraño, totalmente sacado de contexto.

—¡Soy un alce! —se defendió el animal animado de una manera acusadora que daba gracia— ¿Quién es el que ha pensado en Bob Esponja como conductor del tren fantasma? ¿Eh? ¿Eh? —se quejó a la defensiva, provocando la risa de Anne.

—Tyrone, siempre has sido mi favorito —elogió. Mentira, amo a Austin, pero bueno él no está aquí— ¿Me darías los boletos?

Entonces el alce le obsequió un paquete de... ¿goma de mascar?

IN MY DREAMS; Shirbert [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora