Capítulo 30

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Llamó a una ambulancia, y la operadora de emergencias le informó que la policía y los paramédicos estarían allí en menos de diez minutos; no tenía idea de cómo iba a explicarles a los oficiales la razón, que ella desconocía totalmente, para que la casa se encontrara en aquel estado. Parecía que los tres chicos libraron una batalla muy difícil de superar, incluso intuía que Mérida y ese otro chico habían peleado hasta el cansancio por evitar que se llevaran a Hipo. No lo consiguieron, pero les agradecería infinitamente haberlo intentado. Haber luchado de esa manera por su amigo.

Se enfureció pensando en los vecinos, habitantes de aquel vecindario, ¿de verdad podían fingir no haber escuchado el escándalo que se había formado por los golpes y la resistencia de esos pobres jóvenes? Odió aquella evasión de responsabilidad y de ayuda que muchas personas demostraban cuando no querían ser los daños colaterales de un problema así. No lo entendía. Sólo les dirigió una mirada llena de reproche cuando los vio asomados desde sus casas, ocultándose entre sus cortinas y viendo todo desde la seguridad de sus propios hogares.

La policía y la ambulancia llegaron bastante rápido, justo al tiempo estimado que le había dicho la operadora; y, eficientes, se apresuraron a llevar a cabo los movimientos necesarios para atender a Mérida y al peliblanco. Ella los había esperado en la entrada de la casa, y, justo cuando llegaron, observaron impactados la escena que se presentaba en frente: todo destrozado, como una muestra de la resistencia de las víctimas, un oficial se acercó a Valka y comenzó a realizarle preguntas, a la vez que los paramédicos revisaban a ambos chicos y traían las camillas.

—Bien, señora...

—Valka Cowell*. —se presentó.

—Señora, Cowell. —dijo el oficial, mientras sacaba una pequeña libreta y un bolígrafo de su bolsillo, —¿Puede describir los hechos? —preguntó con tono amable y ella así lo hizo, describiendo el motivo de su visita a la casa y cómo fue que encontró a los chicos así, incluso procuró dar hasta el mínimo detalle para ayudar al oficial a construir más fácil el escenario de lo que sucedió.

La familia Dunbroch se alarmó mucho cuando encontraron en su jardín dos patrullas de la policía y una ambulancia estacionadas justo afuera. Regresaban de un lindo día en el zoológico con sus hijos menores y, toda felicidad que hubiesen sentido, desapareció cuando vislumbraron a su hija Mérida acostada en una camilla y con muchos golpes en el rostro, siendo transportada con cuidado a la ambulancia. Elinor bajó del taxi de prisa, mientras su esposo cargaba a sus trillizos y pagaba al conductor, se abrió paso entre las personas que empezaron a acumularse por fuera de su casa para observar lo que había sucedido, una fuerte angustia y preocupación se apoderó de ella y, en total estado de pánico, intentó llegar hasta su hija, sin embargo dos oficiales le detuvieron el paso.

—No puede pasar, señora. —le dijo uno de ellos, sujetando su hombro.

—¡Suélteme! —lo apartó con brusquedad, —¡Es mi hija y esta es mi casa! —les informó en estado de indignación y los oficiales, apenados y sorprendidos, se hicieron a un lado para dejarle pasar y que pudiera ver a su hija.

Antes de que pudiese llegar a un costado de su camilla, el oficial que había entrevistado a Valka se atravesó en su camino.

—¿Es usted la madre de la joven? —inquirió con voz impasible, ella le dirigió una mirada de odio por interponerte entre ella y su hija, pero el uniforme y la enorme placa que le enseñó el oficial, hicieron que se tranquilizara y contestara a sus preguntas.

—Soy yo, ¿Qué ha pasado?

—No hemos podido hablar con su hija, ni con el otro joven. Ninguno de los dos está lúcido ahora, pero le prometo que pronto averiguaremos lo que sucedió. —explicó rápidamente, ella asintió en acuerdo, —Necesito que conteste algunos datos de su hija para los paramédicos, ¿está bien?

Solo Di Mi Nombre ~HIJACK~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora