20. Rock You Like A Hurricane

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Steve no dejaba de negar con la cabeza cada que el pensamiento tormentoso volvía a sus recuerdos.

Él avanzaba en una línea imaginaria trazada en el pastizal, repasándola repetidas veces sin olvidar el maldecir hacia los árboles de pino.

—¿Cuánto tiempo más seguirás con el drama?

El castaño paró de golpe sus desesperados pasos.

Algunas hojas crujieron bajo sus pies como melodía final.

El detestable humo gris ya había llegado hasta sus fosas nasales.

—Estoy temblando ¿Sabes? —Billy lo miró de reojo desde su sitio, desviando rápidamente su atención hacia el cielo tardío que no se encontraba haciendo rabietas —La señora Wheeler conoce a mis padres. Byers tiene al niño Will, él conoce a Mike, y Mike a sus propios padres, yo no puedo... Mierda, no puedo creer que lo dijeras de esa manera.

Manos en las caderas y para Steve no fue suficiente cerrar los ojos en busca de paciencia.

—No dirán nada, princesa —el rubio sacudió el cigarrillo con una tranquilidad envidiable, ni siquiera el silbido del viento entre la ramas le hizo dudar de sus afirmaciones —Te lo aseguro, mantendrán el lindo secreto oculto por tu bien.

Los tonos naranjas del liso firmamento empezaban a verse oscuros mientras se acercaban a las montañas, una brisa fresca golpeó su rostro, probablemente el frío llegaría en pocas horas.

—¿Cómo puedes siquiera saberlo? —sus indignados y grandes ojos lo observaron mientras el dueño avanzaba en su dirección.

Temer por sí mismo sería una alternativa correcta en la situación, pero el castaño estaba atemorizado por el cotorreo de chismes que llegarían a la casa de los Hargrove si el secreto no era guardado con cautela.

Steve tragó saliva al imaginar a un californiano lleno de moradas marcas con sangre brillosa y contundente sobre su piel.

—Porque son tus jodidos amigos ¿No es así, preciosa? —Steve parpadeó esperando más elocuencia en la explicación. Billy dejó de apoyarse en el auto antes de hablar con sorna entre líneas —no destrozarán la poca reputación de niña que tienes, ellos me odian, pero no a tu lindo trasero. Decirle a todo el mundo que te follé, y en tu propia habitación, no perjudicará mi mierda en lo absoluto —su sonrisa perversa se dibujó justo antes de que su escurridiza mano se empujara en la cadera de Steve y la otra lanzará muy lejos el largo de nicotina —incluso sería divertido escucharlo por los pasillos “Billy fue irresistible hasta para el puto rey de Hawkins” —su lengua salió y recorrió sus labios con coquetería.

—¿Reputación de niña?

—¿Eso te parece lo más jodidamente importante de todo lo que dije?

—Dios, no —el moreno resopló, palmeando el metal azul a su derecha y evitando caer ante el toque peligroso en sus pantalones —tienes un punto, quizás estés en lo cierto.

Ponerse paranoico era totalmente insensato ahora.
No cuando tenía esta tarde libre de deberes y afable a sus planes para pasar tiempo con el californiano a centímetros suyo.

Los orbes azules también se lo dijeron sin pronunciar palabra alguna.

—Lo estoy, Harrington, deja de darle vueltas al estúpido asunto —la cabeza de Billy se apartó de su rostro solo para escabullirse en ese cuello pecoso —Mejor tú date vuelta para divertirnos.

Además del susurro encantador, y claramente romántico, un mordisco salvaje se dio en la zona y Steve erizó su espalda hasta chocarla contra el ventanal transparente.

Queers (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora