26. Love Is A Battlefield

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El reducido ventanal de la puerta mostaza no ayudaba en el espionaje.

Billy pateó el soporte de la silla antes de tomar asiento en ella y repetir un ciclo sin fin con los mismos actos nerviosos.

La mujer de lentes colgantes lo fulminó desde su escritorio secretarial, lanzando una advertencia con la mirada, una que le hizo gruñir y cruzar los brazos desesperado.

Billy estaba en la oficina de detención, al menos se encontraba a centímetros de ella, esperando impaciente la salida de un castaño con nudillos destrozados por golpear una cara pecosa e insolente.

—¿No tienes cursos que recuperar, soleado? —sus rellenas manos jalaron de un archivador verde mientras pronunciaba la pregunta con sorna.

Billy jadeó exhausto, casi derritiéndose sobre el incómodo asiento mientras observaba la estantería.

—¿No tienes papeleos que realizar, Lauren?

—¿Sobre tus últimos incidentes? —su risa jocosa fue muy desagradable — A montones entonces, dulzura.

Pasar el tiempo en esta sección de la escuela era algo común durante el semestre lectivo.
Lauren rodaba los ojos cada que el rubio rebelde aparecía para llenar un nuevo formulario de castigo.

La situación era confusa ahora mismo, ella inicialmente creyó que Billy Hargrove había regresado con esa reincidencia criminal en los pasillos, una que no aparecía hace unos días, pero él solo tenía un peligroso divague mientras esperaba un asunto que estaba fuera de sus manos.

Sus cejas depiladas se levantaron cuando los dientes del rubio chirriaron al ver salir a un chico tan problemático como el mismo californiano en sus papeles.

Se puso de pie al instante.

Una cara rabiosa y petulante se alzó antes de hablar.

—Linda cara, imbécil.

Tommy tenía un ceja partida, pómulos hinchados y unos párpados inexistentes por los moretones extendiéndose hasta sus labios.

—Vete a la mierda, maricón.

—Dios santo, sal de aquí, Hagan, y espero que en la enfermería te cosan la boca —Lauren tenía una mano en la cadera mientras lo fulminaba en su camino.

El chico pecoso bufó mientras maldecía al retirarse adolorido.

El simple hecho de parpadear le sacó una mueca insufrible que desató ardores más contundentes en su rostro.

Billy casi gimió complacido por ello.

La puerta rechinó por segunda vez y un apagado Steve Harrington la cerró tras suspirar colérico.

El disturbio en las duchas se llevó al límite cuando el castaño desató toda su ira sin mediaciones parando el suceso, él se vio diferente cuando levantó el brazo y lo empujó con fuerza en la cabeza negra, con una mueca salvaje y una mirada ciega a la piedad.

Tommy se desmayó por un buen tiempo en las lozas húmedas.

Billy se acercó al pálido cuerpo recordando la escena.

—Le pateaste el trasero, princesa.

Sus pasibles ojos lo enfocaron levemente sorprendidos cuando escuchó su rasposa voz, bajando desde el simple reloj en la pared para verificar la tardía hora y desviando la mirada antes de dar el primer paso lejos.

No tenía pizca alguna de querer verlo, el desdén brilló en los gigantes marrones.

—Sí, pero él no será suspendido por una maldita semana.

Queers (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora