22. White Wedding - Pt. 1

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La mañana siguiente fue casi perfecta.

El olor de Billy lo acompañó toda la noche y ahora mismo seguía impregnado en sus sábanas.

El aire era tibio y estable, al igual que el firmamento celeste y el paisaje por la ventana.

Steve bostezó con una sonrisa para inaugurar su día y empezó su rutina de aseo a tiempo.

Solo cuando bajó las escaleras y vio a su madre con un impecable traje manteca, la saliva quedó atorada en su garganta y los recuerdos buenos fueron reemplazados por los vergonzosos.

Realmente deseaba ser Spok en muchas ocasiones, Leonard Nimoy había hecho un excelente trabajo actoral en la vieja serie de "Star Trek", porque ocultar los rastros de emociones no parecía nada fácil, no para Steve y sus dedos sudorosos.

—Buenos días para ti también, Steve.

—Oh, lo siento —Steve avanzó vacilante, había empezado con un maleducado pie izquierdo —Buenos días.

Su madre caminó hacia la cocina con una sonrisa cálida y pronto extendió una humeante taza de café recién preparada.

El olor era intenso y esta mañana el sol sí que quería ser un buen aliado.

Quizás estaba volviendo a exagerar las cosas.

—Te ves bien, parece que te has vuelto todo un madrugador —Steve sostuvo la bebida y Alice besó su mejilla antes de alejarse hacia la encimera blanquecina.

Steve la vio y evocó tramposamente una de las variadas veces que llevó a Billy a su casa. Fue una tarde templada y fresca, ese día el rubio no ayudó mucho en su concentración para la cocina y terminar apoyados en la loza, mientras se besaban por un buen tiempo, fue el resultado.

—S-sí, bueno, la escuela —el castaño aclaró su garganta, intentando no verla a los ojos por lo que acababa de pasar por su mente —debo llegar a tiempo, ya sabes, a la escuela.

Un sorbo veloz para evitar la mirada marrón y Steve casi rompió la porcelana por reflejo.

—Cariño ¿Estás bien?

El líquido estaba hirviendo y él maldijo con una quemadura ardiente en la punta de su lengua.

—Está caliente.

—Dios, Steve, claro que lo está —ella negó, quitándole la taza y llevándola a la pequeña mesa auxiliar en el lugar —toma asiento y termina tu desayuno con tranquilidad, pareces apurado por desaparecer.

—No es cierto —un pequeño plato de panqueques se estrelló suavemente contra la mesa y Steve se sintió cómodo en la silla —Estoy muy feliz de que estén de regreso, casi siempre ustedes desaparecen por más de un mes.

—Lo sé, lo sentimos —sus labios ya estaban cuidadosamente pintados —Por eso nos quedaremos la semana entera.

—¿En serio? —Steve sonrió al fin, con una pequeña ampolla golpeando sus dientes, pero no más de qué preocuparse ahora que la noticia le fue dada.

—Así es, conseguimos una sede aquí, al menos estos días.

El castaño asintió contento por el dato, no tener a sus padres en casa era solitario y realmente deprimente, al menos lo era antes de que un rubio bronceado apareciera a invadir cada segundo de su tiempo libre.

Sería complicado juntar ambas partes que amaba y ser sigiloso con ello estos días.

Y esa misma idea le hizo atragantarse con el esponjoso de harina en su boca.

Queers (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora