32. Hello

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Neil sí que sabía dar una jodida pelea.

Casi siempre sus batallas eran unilaterales.
Con puños estrellándose contra una quieta carne blanca y obediente, sin contraataques que sirvieran de consuelo y sin lloriqueos que causarán un segundo ring en su contra.

Esta vez fue distinto.

Casi placentero y liberador.

Porque recibir un golpe y devolverlo con un puño empedernido fue fascinante.

Ver los ojos de Neil saltando en furia cuando el rubio gritó a su mismo ritmo y nivel lo fue.

—¿Dijiste algo, maricón?

Billy gimió en la alfombra antes de empujar esa bota marrón lejos de su espalda.

Sus palmas calientes le dijeron que estaba más que listo para terminar con el asunto esta noche.

—N-no lo soy.

—¡Dilo como un jodido hombre!

Max exhaló cuando Billy se puso de pie tras el alarido.
Ella supo lo que vendría a continuación. Ella sabía que la ira de Billy se había acumulado al máximo estos días y que en algún momento tendría que explotar.

La televisión siguió con los  comerciales en su programación.

Este era el momento.

—No soy un maricón —Neil lo observó flamante a centímetros suyo —No soy un maldito maricón.

—¿Qué mierda eres entonces, William? —preguntó demasiado sereno para ser verdad —¿Qué porquería eres en este planeta?

Su triunfante sonrisa apareció por el silencio sin respuesta.

No lo hizo, no había ganado.
Billy solo estaba limando su lengua para atacar.

—No soy un maricón, señor, soy un maldito homosexual —las palabras fueron lentas y claras, Billy asintió muy enérgico para ser una broma —Me encantan las pollas, Neil, las adoro, no sabes cuánto —el crujir de esos rancios dientes se oyeron por toda la habitación —pero no me gusta que me llames "maricón", papá, es una palabra que detesto en serio —esta sí era una sonrisa triunfante —incluso más que a ti y tu mierda de cavernícola.

Los segundos fueron esenciales cuando se miraron.

Ellos notaron la tensión más que nadie en la desgastada habitación.

Y un paso bastó para que Billy tragara emocionado, con adrenalina corriendo por sus venas cuando el imbécil empezó a hablar.

—Tú no mereces estar vivo —el rubio levantó las cejas cuando el dedo lo apuntó muy cerca —Fenómeno de mierda, sabía que serías un jodido problema desde que naciste —Billy pidió más, que soltará más, que le diera el material para poder aplastarlo —La zorra de tu madre no quiso abortar y ahora estoy criando a un maricón de mierda...

Mencionar a su madre.

Fue perfecto.

—¿Qué hiciste en la secundaria, Neil? —él se veía demasiado confundido para responder, demasiado nublado por la ira —¿Chupaste muchas pollas? Quizás es genético.

Y llegó mucho más tarde de lo que esperaba.

El impacto en su quijada llegó.

Y el ardor se esparció por toda su piel cuando unas gruesas manos lo tomaron de su chaqueta.

Golpe seco en la pared, Billy rio, sintió la sangre en su lengua y tragó.

—¿Quieres pelear, papá? —el fuerte puño fue esta vez al lado izquierdo de su rostro —Debo avisarte que me gusta más duro, muy duro.

Queers (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora