8. Twist of Fate

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Los ojos marrones lo miraban fijamente, analizando su cuerpo, analizando cada centímetro de él y de su alma.

Quizás aquello fue lo que lo fascinó en primer lugar, para luego quedarse encantado por esa frente pecosa perlada en sudor, esa nariz amoratada y esas mejillas levemente coloradas por el esfuerzo físico en la cancha.

El jodido Steve Harrington tenía el rostro de una muñeca, con esa suave piel blanquecina y esa maldita boca que no paraba de soltar mucha mierda cada que se encontraban cerca.

Balones rebotando en el llano suelo se oyeron.

Billy relamió sus labios justo antes de apartarse lentamente de ese tentador cuerpo.

No sabía que pudo haber cometido si una intervención divina no lo hubiera hecho retroceder.

Odiaba esa jodida atracción hacia el rey de una estúpida secundaria como esta, porque no podía parar de necesitarlo, de mirarlo con recelo, de golpearlo iracundo o de hacer alguna jodida estupidez para que supiera de su presencia.

Y tales acciones irracionales lo llevaron a obtener una grandiosa paliza por parte de Neil la temible noche anterior.

El castigo por insultar al profesor de mierda había sido cumplido también ese renovado día, siendo el segundo y último retraso que lo mantuvo en la escuela más de lo debido y su padre se enteró rápidamente del asunto.

El olor a cigarrillos no solo provenía de su propia chaqueta.

—Lo único que debías hacer era estudiar —su voz sonó suave a un principio, pero sus firmes pasos lo acorralaron muy pronto —Y lo que haces es joder mi paciencia, Billy —sabia que Susan estaba oyendo todo el martirio desde el pasillo y era probable que Max se haya encerrado en su habitación para evitar el conflicto —¿Necesito repetir las cosas?

—N-no.

Sus ojos parecían llamas a punto de quemar todo a su alrededor.

—Parece que he envejecido, no escucho tu respuesta —su risa gruesa dolió al entrar en sus oídos —¿Necesito repetir las cosas?

—No.

Sabía que enfurecería a Neil, lo sabía muy bien y el gran golpe en su abdomen fue lo que había atraído con su estúpido ego y la desafiante mirada que le había lanzado.

—¡¿No qué?!

—N-no, señor.

Toser levemente tampoco ayudó, porque su padre se impuso con más fuerza y autoridad, lanzando un nuevo contacto agresivo para que el cobarde hijo ante sus ojos se pusiera de pie como un verdadero hombre en sus cabales.

Y así su noche fue terrorífica en su totalidad y ello gracias a los sentimientos que sucumbían su cuerpo de distintas maneras, como sucedía en este preciso instante, cuando se encontraba culpando a la jodida princesa Harrington por lo sucedido.

—Te duele ¿No es así? —Steve tenía rabia en su cuerpo —Te dolerá mucho más dentro de poco, chico bonito.

—Estas buscando que reaccione, Hargrove —Billy podía sentir la mirada retadora que el contrario le lanzaba sin sentido —y no lo voy a hacer.

Los azulejos volvieron a helar todo su cuerpo cuando el rubio lo presionó sin intenciones de soltarlo.

Las gotas en su pecho ahora eran frías y la solitaria ducha compartida parecía una trampa, con la lluvia artificial haciendo de una grandiosa banda sonora al fondo.

—¿Por qué? —la mejilla de Steve se aprisionó aún más en esa pared de loza y sus brazos dolieron por la presión que ejercían los dedos del villano a sus espaldas —¿Acaso eres un marica, Rey Harrington?

Queers (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora