13. Physical

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Su aliento era cálido, al igual que sus labios.

El sabor a mantequilla y chocolate dulce fue lo primero que Billy sintió en su boca, lamiéndola para disfrutar de aquella esencia reciente.

Steve no tardó mucho en posar su mano en el firme cuello de Billy, atrayéndolo a su tacto y sintiendo la presión de aquel muslo caliente cada vez más cerca al suyo.

Billy fue el primero en dejar que aquella intensidad lo extasiara y recorrió con sus dedos un camino largo por esos jeans azules que se apretaban en la cadera del contrario.

—Ya no tienes frío, chico bonito.

Steve jadeó a manera de asentimiento, de seguro el rubio había sido consciente de la anterior tembladera que su cuerpo estaba emanando.

—Lo tendré otra vez si sigues hablando —la risa de Billy sonó demasiado bien.

—Vas a sentirte arder, Harrington.

Y quizás Steve no creyó aquellas palabras, al menos no lo hizo hasta sentir un movimiento por parte de Billy, uno que logró aprisionarlo contra ese capot y encerrarlo entre el gran cuerpo del californiano y el auto frío.

—No voy a morderte.

Los ojos de Steve parecían a punto de explotar, tan grandes y cafés que el rubio tuvo que tragar saliva antes de pronunciar aquella frase.

—Quisiera que lo hagas.

Las piernas de Steve se abrieron sin quererlo, brindado un espacio especial, uno exclusivo para el imponente matón que lo observaba.

No se movieron por un instante, uno que pasó demasiado rápido tras volver a lanzarse al cuerpo del otro con ansias.

Billy cumplió el pedido con algunos puntos extra y Steve perfiló ese rostro perfecto mientras disfrutaba del contacto, tocándolo para después llegar con el recorrido a su oreja y apretar ese metálico pendiente que colgaba de ella.

Steve necesitaba lamerlo.

Un paso avanzó descarado entre ellos y el pecho del castaño se presionó contra el de Billy.

Podían sentir lo rápidas que eran sus respiraciones, sus latidos y su emoción por lo que estaba sucediendo.

La noche solo brindó una oscuridad intermitente, una que era el cobertizo de aquella escena bajo las estrellas.

A Steve le gustó el tacto de Billy, le gustó que lo tocara suave en sus caderas y que lo besara brusco mientras pegaba sus cuerpos más de lo que podría hacer el hacinamiento ya presente.

Las lenguas colisionaron húmedas, porque Billy quería someter a esa boca bajo la suya y Steve se prometía lo mismo cuando empujó más adentro de la cavidad.

Sus manos regresaron a ese maldito cabello dorado, metiendo sus dedos entre los mechones y llegando a la cálida nuca después de un camino frondoso y suave.

Alguien ya había mordido la piel y antes de que Steve gimiera por ello, sus ojos se abrieron cansados sobre esos hombros anchos y el reloj en su muñeca brilló señalándole la hora tardía.

No podía creer el tiempo que llevaban solo comiéndose el uno al otro.

—Hey, faltan minutos para las diez —Billy no hizo ruido alguno, solo lamió la piel blanquecina de su cuello como acto final y levantó su rostro serenamente.

Steve frunció el ceño.

—¿Te preocupas por mí, chico bonito?

¿No debía ser ya obvio? El castaño temía que su padre dejara esos moretones desastrosos por su cuerpo.

Queers (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora