11. She Drives Me Crazy

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El cine se veía remotamente lleno, familias andando sonrientes y unas cuantas chicas tras el mostrador le brindaban una sonrisa coqueta de bienvenida.

Steve notó que no había perdido su encanto aún, porque ya era suficientemente patético el quedarse sin amigos y sin novia para agregarle factores más desalentadores como ese.

La cartelera estaba iluminada en la pared roja, con estrenos y repeticiones siendo la ambición cinéfila que repasar esta noche.

“Oxford Blues” se alzaba entre todas las películas, reluciente por los colores patrióticos en su portada, brillante por el protagonista rompe corazones de este siglo.

Rob Lowe yacía con una sonrisa perfecta, unos ojos sanguinarios y un cuerpo firme y grande, llamando la atención de cada adolescente buscando que ver en su velada romántica.

Steve gruñó con fastidio por fijarse en aquel promocional, porque ese modelo Hollywoodense se parecía a alguien que conocía muy bien.

Demasiado bien a decir verdad.

Ni siquiera podía mantenerse diez minutos sin pensar en Billy.

—Estás aquí.

Steve giró rápidamente por la voz y la linda sonrisa de Nancy lo recibió.

Calmando sus molestos estribos que querían perderse en el demoníaco rubio.

—Estoy aquí —levantó las manos justo antes de colocarlas en sus caderas casualmente.

—Realmente creí que no vendrías.

El castaño hizo una mueca divertida, de esas que compartía con ella por alguna absurda broma.

La situación era algo dolorosamente conocida.

—No me perdería un musical con Kevin Bacon —Wheeler rio suavemente, sabía que él odiaba este musical en particular.

—Eso me alegra.

Sus miradas se conectaron por unos segundos, recordando momentos en el pasado que Steve extrañaba de vez en cuando.

Joder.

Quizás el venir a la cita no había sido una buena idea finalmente.

—Tengo las palomitas.

Jonathan tenía puesta esa chaqueta oscura de siempre, junto a su lacio cabello corto y sus malgastados jeans.

Steve carraspeó levemente incómodo por su llegada y Bayers desvío la mirada al mismo tiempo.

Las filas avanzaban por sus lados, de seguro las otras butacas estarían repletas.

—Genial —Nancy notó una tensión entre los presentes cuando recibió el balde grasoso  —Creo que ya se conocen.

El recién llegado golpeteó su pierna antes de hablar.

—Hola.

—Hey.

Jonathan observó el suelo tras el reducido intercambio de palabras.

Aunque sus roces con Steve habían sido muy pocos, tampoco habían sido muy amistosos que digamos, verse en esta situación por primera vez era más que embarazoso.

—Deberíamos entrar —su lindo cabello revoloteó cuando movió su cabeza.

Steve sonrío, observando su reloj de mano para luego asentir.

Ella quería que se sintiera cómodo, era dulce de alguna manera masoquista.

Porque el dolor le gustaba más de lo que creía, lo aprendió de manera efectiva al absorber unos labios sabor ceniza y luego recibir insultos salidos de los mismos cuando andaba por los pasillos.

Queers (Harringrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora