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ARTEMISA

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— Así que por eso las chispitas azules — concluí.

— ¿Qué chispitas? — pregunto Aysel asustada mientras que yo veía con admiración mis dedos.

— Hace unos días fui a las fronteras de la manda, estaban levantando un muro de protección y algo parecía llamarme a tocarlo y lo hice, unas pequeñas chispas azules parecía que se adhirieron a mis dedos y se desplazaron por mis venas, no sentí nada, solo una descarga eléctrica pequeña, no creí que era importante— dije con sinceridad.

Todos me miraron expectantes, Aroon se limitó a alejarse unos cuantos pasos de mí, y Aysel tomo mi mano extrañada, pero no sucedió nada.

— Tal vez adquiriste una protección cuando tocaste el muro, los hechiceros suelen crear muros para evitar que cualquier extraño que intente entrar, pero tú eres de la manada así que no te sucedió nada, esto es peligroso, si cualquier niño toca el muro por accidente, un susto cualquiera podría ser letal para otros. — explico extrañada mientras seguía observando mis manos

— Deberías intentar hacer un experimento — sugirió mi padre.

Todos se miraron los unos a los otros.

— Un experimento? — pregunté extrañada.

— Alguien deberá tocar el muro y después recibir una fuerte impresión para ver si el muro traspasa su magia a las personas. — explico.

— Pero deberá ser alguien diferente de nosotros, si no nos prepararíamos — indico Aroon

— Definitivamente no! — reaccione — No voy a dejar que nadie se experimentó de nada. — Dije molesta.

— Tal ve uno de los deltas— menciono Aysel — No debe ser peligroso, seremos directos, y después alguien deberá darle un buen susto, eso es todo. —

— ¿Estás hablando enserió? Es exponer a alguno de los pertenecientes a la manada.

— No será peligroso, tú ya tocaste el muro y técnicamente no te paso nada, el peligro será quien lo asuste . —

El silencio volvió, todos intentábamos buscar opciones, pero no había otra opción, Aysel tenía razón el muro si traspasaba su magia no era peligroso por lo que se entendía, y cada minuto contaba, pues muchos de los cachorros y lobos jóvenes solían entrenar en la frontera de la manada, no había otra opción, así que Aysel tuvo que ir al muro a pedir que la ayuda de alguno de los deltas para que se prestara a esto.

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— Para esto que se ofrecen es de alta confidencialidad, no sabemos qué tan peligro puede ser, pero ser discreto una vez terminada la misión, esto es de grado A en cuanto a importancia, les prometo cuidar hasta donde mis limites lleguen a quien se ofrezca para esta misión — explico Aysel con autoridad, pero a la vez con calma.

— Un paso enfrente quien sea voluntario. — pidió Aroon

Y todos dieron un paso al frente, así de grande era la lealtad de los deltas a la manada.

Ninguno se movió, no sabíamos que hacer, pero justo cuando estaba a punto de hablar, un joven beta dio un paso más al frente destacando de los demás.

La primer mujer AlfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora