Capítulo 6. Clases de repaso

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Junkyu P.O.V

Estuve delante de su puerta una media hora sin moverme, petrificado. Tenía la boca seca sin haber hablado todavía, y las manos me sudaban como nunca. Era como si el agua de mi cuerpo se hubiera distribuido mal. Me preguntaba qué tipo de diagnóstico me hubiera dado el médico si le hubiera explicado esos síntomas.

Ni yo entendía mi nerviosismo. Ya era la tercera vez que iba a esa casa, y me habían invitado, por lo que no había necesidad de sentirse tímido. Entonces... ¿Qué me pasaba? Los días después de verlo por última vez había estado pensando, y mucho. Pensaba en su cara dormida y en mi brazo atrapado debajo de su cuerpo. Pensaba en su mano cuando la juntó con la mía. Pensaba en la mirada que me echó en aquel momento, que seguía sin poder descifrarla o entenderla. Y luego pensaba en lo mentiroso que me había vuelto, sin siquiera ser bueno en ello. Me sentía culpable y quería contarle la verdad sobre todo, pero las palabras de su padre me resonaban en la cabeza. Además, no estaba nada acostumbrado a mentirle a personas que no fueran parte de mi familia, y eso hacía que mi ansiedad empeorara.

Piqué a la puerta con la mano temblorosa, no tenía un botón para hacerlo, así que golpeé con el puño derecho. La sonrisa resplandeciente usual de Mashiho me recibió cálidamente. Noté que la casa olía a insecticida e imaginé que los bichos que habían en el barrio seguramente también solían colarse por ahí.

- Gracias por ofrecerte a ayudarme, de verdad, me ha salvado la vida. Voy muy perdido en este trimestre - me confesó lanzado los libros de matemáticas al sofá.

Una parte de mi creía que no iba a aceptar la propuesta. Yo era de un curso superior, pero aún así podía acabar resultando inútil. El hecho de que confiara en mí me alegró.

- Sin problemas, yo no tengo nada que hacer. Nosotros comenzamos los exámenes el mes que viene, así que estoy aburrido - le dije.

- ¿No perteneces a ningún club? - preguntó.

- No, no estoy muy interesado - conteste.

Lo cierto era que mi padre no me permitía hacerlo, decía que era una distracción para mis estudios y que ya disfrutaría de esas cosas en el extranjero. Sólo había hecho piano durante la infancia de forma privada, pero justo después de morir mi madre, mi padre suspendió la actividad. No le gustaba el sonido de las teclas porque le recordaba a ella y le hacía sentir triste. No me lo había dicho, pero yo sabía que era por eso. Como nunca decía lo que realmente pensaba, me había acostumbrado a saber leer entre líneas.

- ¿Tú formas parte de alguno? - pregunté, curioso.

Realmente, podía imaginar a Mashiho en muchas ocupaciones distintas; cocinando, practicando cualquier deporte, haciendo manualidades... Parecía que todo podía dársele bien.

- Básquet, con Jihoon y Haruto - explicó. - Pero no es nada oficial, solo jugamos partidos con gente del barrio o con escuelas cercanas. A lo mejor algún día jugamos contra la tuya.

Lo dudaba mucho, ya que nuestro equipo era bastante más profesional, pero no le podía contestar eso.

- Sí, puede - dije -. Bueno, ¿Me enseñas que es lo que quieres repasar?

El chico asintió y se sentó en el suelo con el libro abierto entre las piernas cruzadas. Yo me senté en el sofá, porque no quería ensuciarme los pantalones y observé como miraba las páginas confundido. Después de unos segundos, me entregó el libro que estaba abierto al principio del tema.

- Sí, no entiendo nada. Ni siquiera los temas anteriores - dijo.

- Mashiho, ¿Qué nota dices que sacaste en el último examen? - me atreví a preguntar, temeroso por saber la respuesta.

La verdad I MashikyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora