Capítulo 12. Una confesión esperada

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Mashiho P.O.V

Era difícil creer que todas las cosas que pensaba que no me pasarían nunca, me pasarían en una misma mañana gracias a Junkyu. No sabía que mi corazón podía latir a una velocidad tan rápida durante tantas horas sin estar haciendo ningún deporte y con un sentimiento completamente diferente. Tampoco era capaz de imaginarme estando tanto tiempo sin preocuparme por nada, con la cabeza llena de pensamientos felices. Me sentía en una nube de la que no quería bajar y tenía miedo de que lo que había planeado para la tarde arruinara todo el día entero.

Nos detuvimos en una parada de bus y miré los horarios para saber cuando pasaba el nuestro. No solía moverme mucho por la ciudad, a no ser que acompañara a mi padre a hacer algún trabajo, por lo que dependía del navegador por completo. Había mirado la ruta varias veces el día anterior, ilusionado, pensando en todo lo que podíamos hacer juntos. Pero aún así, no estaba seguro de si Junkyu iba a disfrutar lo que había planeado.

Subimos en el bus y nos pusimos en una esquina al lado de las ventanas, ya que los asientos estaban todos ocupados. La gente no paraba de entrar, así que gradualmente nos fuimos adaptando a un espacio más y más pequeño, hasta que mi espalda no podía pegarse más al cristal de la ventana. Junkyu estaba justo delante mío, cubriendome con todo su cuerpo. Su altura siempre me impresionaba. Pensaba que dios era muy injusto repartiendo algunas cosas. Por no hablar de su cara.

- ¿Estás bien? ¿Estás incómodo? - me preguntó, acercándose más a mí por culpa de la gente que lo empujaba.

Intentaba mantener un espacio entre nuestros cuerpos, pero cada vez se le hacía más difícil. Teniéndolo tan cerca, me daba miedo desconcentrarme y pasarme la parada en la que nos teníamos que bajar. Mi cabeza no podía asimilar tantas cosas a la vez.

- Estoy... bien - confirmé, no muy seguro de mi respuesta.

Si le hubiera preguntado a mi corazón, este hubiera contestado algo muy distinto seguro. Al final, acabó pegándose tanto a mi que mi cabeza tocaba su hombro. Siempre olía muy bien, utilizaba perfumas diferentes, eso podía notarlo, todas con una esencia fresca y natural.

- ¿Estás seguro? Hace mucho calor aquí - dijo, abanicándose con una mano.

Era normal que estuviera acalorado con esa boina que llevaba. Se arreglaba de una manera muy peculiar, pero no podía evitar que todo le quedara bien, incluso ese sombrero que si alguien de mi clase se lo pusiera probablemente estaría ridículo. Con suerte, reconocí las calles por las que pasabamos y supe que nos teníamos que bajar en la siguiente parada, así que me escabullí por debajo de los brazos de Junkyu y fue hacia la puerta, indicándole que me siguiera.

Llegamos a una de las calles antiguas que más me gustaban de toda la ciudad. Quizá era por los momentos que había vivido allí y la nostalgia que me provocaba, pero me sentía como en casa al ver esas paredes grafiteadas y desgastadas. Antes de abrir una puerta marrón y rota por los bordes que había al final de la calle, me giré hacia Junkyu.

- Antes de entrar, tienes que prometerme que no le vas a contar de este sitio a nadie. Si lo haces, nos meteremos en problemas graves - le avisé.

Su expresión pasó a ser nerviosa y sus pupilas empezaron a temblar. Me pregunté que se estaba imaginando. Seguro que era muy lejano a la realidad. Sonreí solo pensando en ello.

- ¿Que hay detrás de la puerta? ¿Un negocio ilegal? - preguntó, muy serio.

- Bueno, muy alejado no estás - contesté, mientras abría la puerta.

De repente, un montón de perros se abalanzaron hacia nosotros y nos tiraron al suelo, ladrando ruidosamente y moviendo la cola de un lado al otro, emocionados por nuestra llegada. Junkyu mostró una gran sonrisa al ver a los animales que me hizo sentir alivio. Como pensaba, una persona como él no podía odiar a los perros, no pegaba con su personalidad.

La verdad I MashikyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora