20 de octubre, 2018.
Uno no sabe que posee tantas cosas, hasta que se muda.
¿Cómo era posible que lleváramos más de tres horas solo empacando ropa y juguetes? No lo sabía.
Aunque, si lo meditaba mejor, no solo fue la cantidad de cosas que empacamos lo que influyó. También fue el berrinche que hizo Olivia porque no quería que ninguno de sus juguetes se fuera a la bodega a donde irían los muebles.
—Pásame ese par de zapatos, Ollie, por favor. —Señalé el último que quedaba en el closet. Al instante lo hizo.
Lo mejor de tener hermanos menores es que hacen todo lo que les pides, hasta que crecen y se vuelven opositores de tu gobierno. Disfrutaría de todo el tiempo que me quedaba hasta que sucediera.
—Esto ya es lo último y... —Acomodé los zapatos en la caja destinada para ellos—. ¡Terminamos! —Mi voz transmitió alivio.
—¡Por fin! ¿Ya puedo ver Frozen? —Su pequeño mohín me causó ternura.
Olivia amaba más de lo normal esa película. Sin mentir, la veía, mínimo, unas dos veces por semana. No existía una canción que odiara más que Let it go de Elsa.
—Puedes ir. —Rodé los ojos.
No obtuve respuesta. Divertida, la vi salir corriendo por el pasillo.
Justo cuando iba a hacer una de mis actividades favoritas: dormir, la constante vibración de mi teléfono me interrumpió. El nombre de Stella iluminaba la pantalla.
¿Quién más podría haber sido? No sabía por qué malgastaba mi tiempo fijándome en el nombre. Ella y un rubio narcisista que estaba de viaje en Londres eran mis únicos amigos.
—Hola, Stellie —fue lo primero que dije al descolgar la llamada. Ella odiaba el apodo y a mí me encantaba molestarla con él de vez en cuando.
—¡Juro que si me vuelves a llamar así, Alice Cooper...!
—¿Qué? ¿Matarás a mi perro? —la interrumpí, entretenida.
—Tú no tienes perro —masculló.
—Exacto.
—Algún día conseguiré una amiga que sí me respete.
—Y yo una menos dramática. ¿Qué sucede? —Jugueteé con la diminuta almohada en forma de flor sobre mi vientre.
—¿Qué? ¿Acaso no puedo llamar a mi mejor amiga para saber cómo está o qué está haciendo?
—Preferiría que me envíes un mensaje si eso es lo que quieres saber.
No era fanática de las llamadas telefónicas. Me ponía nerviosa el hecho de no saber qué responder en algún punto o cómo continuar la conversación. Por eso los mensajes siempre serían mi medio de comunicación favorito; me proveían de tiempo para meditar mis respuestas.
—Porque no te gusta escuchar mi voz, ¿no es cierto? Ya admítelo y dejaremos de ser amigas —dijo en un tono melancólico. Rodé los ojos, divertida.
—Habla ahora o voy a colgar.
—¿Sabes? Podías fingir que te lo creíste y te asusta perder nuestra amistad por un segundo.
—Colgaré en tres, dos...
—Investigué al hijo de Marcus Blake —liberó.
—¿Qué?
—¡Es un bombón envuelto en chocolate blanco! ¡Y vivirás con ese chocolatito! Su nombre es Nicholas. ¿No se te hace nombre de chico guapo y millonario? Porque lo es. Uno muy guapo y millonario. Voy a envidiarte todos los días de mi miserable vida. —La oí suspirar.

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Un giro inesperado
RomanceLos caminos de Alice y Nicholas no estaban destinados a coincidir... o eso creía ella. Todo en ellos era distinto y no había forma en la que Alice se fijara en chicos como él, hasta que el nuevo trabajo de su padre lo cambia todo. ••• Cuando el padr...