3. Nicholas Blake

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22 de octubre, 2018.

—¿Terminaste con Charlie? —repetí, aturdida.

—Bueno, no se lo dije explícitamente, pero supongo que captó el mensaje luego de bloquear su perfil en todas las redes sociales.

Pestañeé, aun procesando la información. Al parecer, Charlie le fue infiel... con su prima, que en realidad, no era su prima; solo le había hecho creer a Stella que lo era para justificar todo el tiempo que pasaban juntos.

—Él no me agradaba.

—A mí tampoco me agradaba mucho últimamente. —Se encogió de hombros—. Supongo que por eso no me dolió demasiado y lo que siento se asemeja más al alivio que al desconsuelo.

A pesar de sus palabras, lograba divisar la decepción en su mirada miel.

No era aflicción o dolor por la infidelidad, era desilusión porque, otra vez, lo que creyó una historia de amor ficticia, terminó siendo una historia de amor real.

—Lo siento, Stell. Ya llegará el chico perfecto para ti. —Junté nuestras manos y le di un leve apretón. Ella me sonrió, pareciendo entusiasmada de repente.

—De hecho, ya llegó. Es James Reed, pero no sabe que existo —lo último lo dijo con tono desencantado. Arrugué las cejas.

—¿James qué? ¿Quién es ese?

—Es uno de los receptores del equipo de fútbol.

Rodé los ojos al escuchar la última palabra. Fútbol americano. Me aburría solo pensar en el deporte.

—¿Y por qué no haces nada al respecto? Digo, si es tu chico perfecto debe...

—¿Estás loca? Es de tercer año. Nosotras de primero. Jamás se fijaría en mí.

—Sería un idiota de no fijarse en ti, Stella.

Y no mentía. Su cabello oscuro, ojos miel, piel trigueña y figura contorneada por el ejercicio semanal, la hacían lucir cómo toda una belleza exótica entre paliduchas como yo.

(...)

—Mi cabeza va a explotar —comenté, frustrada.

Guardaba algunos libros en mi taquilla tras nuestra última clase del día. Stella me esperaba recostada en la taquilla contigua.

—Ajá.

—Y la tuya también cuando tengamos ese primer examen de física.

—Ajá.

—Y ambas reprobaremos y seremos un fracaso como profesionales.

—Ajá.

Fruncí el ceño. Claramente no me estaba prestando atención. Saqué mi cabeza del casillero.

—¿Qué...?

Su suspiro me interrumpió.

—¡Joder, míralos! Son la misma manzana del edén, no tengo ninguna duda.

Extrañada, seguí su mirada. Bufé al descubrir el porqué.

Un grupo de chicos con chaquetas azul marino venía abriéndose paso en el pasillo.

Corrección: Un grupo de chicos pertenecientes al equipo de fútbol americano venía regodeándose por el pasillo cómo si fuesen los dueños del campus.

Regresé mi atención a la taquilla. Sobra decir que la mayoría cumplía con el estereotipo de ser guapos y populares al mismo tiempo. O eso creía. Nunca me había detenido a detallarlos; con los eternos cumplidos de Stella me bastaba para saberlo.

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora