29. Te retendría toda una vida

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25 de diciembre, 2018.

—Luces mejor que anoche.

—Creo que lo estoy.

Papá sonrió, como si supiera algo que yo no. Olivia cruzó tambaleándose frente a nosotros en la pista de hielo y agitó la mano hacia nosotros en el barandal antes de concentrarse de nuevo en sus patines.

Ella decidió todas las actividades que habíamos hecho esta tarde con papá: ir al cine, comer papas fritas con helado en McDonald's, visitar el árbol de más de cien pies de altura en el centro de la ciudad y por último, visitar una pista de patinaje sobre hielo.

No me sentía exactamente bien; sin embargo, no podía negar que toda la madrugada anterior fue... liberadora. Me deshice de mucho peso que no sabía que cargaba. Además, la reacción de Olivia ante todos los regalos que obtuvo este año me tuvo sonriendo como tonta toda la mañana. Aún continuaba pensando en mi madre y en que, en cualquier minuto, papá querrá que hablásemos sobre ello, pero de momento no me resultaba tan tétrica la idea.

—¿Sabías que tu novio fue el primer estudiante de segundo año en convertirse en capitán del equipo de fútbol?

—No. —Alcé una ceja, curiosa—. Pero no me sorprende, el muy presumido es absurdamente bueno.

—Marcus me mostró algunas grabaciones cuando estuvimos en Nueva York, lo es. Y creo que estar en un equipo de primera división, sus posibilidades de jugar para la NFL después de graduarse serían altísimas.

El comentario me generó interés. No había escuchado a Nicholas hablar sobre sus planes después de graduarse, pero suponía que su meta era esa; pertenecer a la famosa liga.

—¿Crees que desde su equipo actual sus posibilidades no lo son?

—Lo son, pero es un equipo de segunda división. En resumidas cuentas, sus campeonatos son a nivel regional, no a nivel nacional como los de primera y la competencia no suele ser tan feroz; una que sí lo sea sería ideal para un chico como él. Lo haría imparable.

Fruncí el ceño. Supongo que... tenía sentido.

—Pero no es una verdad absoluta —continuó—. Es lo que cree un aficionado como yo. La realidad es que con su talento podría lograrlo en uno de tercera.

Asentí, de acuerdo. Solo necesité presenciar uno de sus partidos para darme cuenta del futuro que le esperaba. Nicholas no era tonto, él más que cualquiera sabría lo que era mejor para sí mismo y lo que ansiaba lograr más adelante.

Perdidos en el rostro sonriente de Olivia mientras patinaba, los temas de conversación fueron variando. Una vez estuvimos al día con aquellos detalles que se nos escapaban al tardar meses comunicándonos por teléfono, la conversación que evité anoche tuvo lugar.

—Entonces... ¿Vas a contarme por qué esos ojos lucen tan turbados? ¿Tomaste dinero prestado? Me gustaba pensar que mis charlas sobre educación financiera te sirvieron de algo.

Las comisuras de mis labios se estiraron y recosté mis codos en la barandilla.

—No sé... No sé si estás preparado para escucharlo, papá.

—Es lindo que trates de protegerme, pero el adulto responsable de hacer eso con el otro aquí soy yo, cariño.

—Técnicamente, ya no lo eres. Soy adulta, anciano.

—No me lo recuerdes. —Hizo un ademán con la mano, dolido.

Reí, más la declaración siguiente erradicó la diversión en el rostro de ambos.

—Es sobre mamá.

—¿Qué pasa con ella?

Respiré hondo, intentando que la notable tensión en sus hombros no me detuviera.

Un giro inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora