Capítulo veintitrés: "Llámame cuando estés de humor."

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-Y bueno, ¿qué quieres hacer primero?- dijo Justin desde el sillón de cuero negro que se encontraba en la pequeña habitación del hotel. 

-No lo sé, hace mucho frío.- me senté a su lado y me acurruqué en su pecho. Él me acarició la espalda.

-Podemos ir a patinar sobre hielo si quieres. 

-¡Sí!- me levante de un salto como una niña pequeña- Amo patinar sobre hielo.

-Genial, vámosnos.- cogió mi abrigo del perchero y me lo colocó, luego se puso el suyo y salimos de la habitación. 

Llegamos al Rockerfeller Center y Justin pagó las entradas. Nos dieron nuestros patines y entramos a la pista. Por suerte yo sabía patinar bastante y bien, y parecía que Justin también.

La verdad es que nunca me había reído tanto en mi vida. Había sido muy divertido, nos la habíamos pasado genial. Habíamos estado como dos horas metidos allí adentro por lo menos.

Cuando salimos fuimos a por un café en Starbucks. Hacía cinco grados bajo cero y nevaba torrencialmente. Nos sentamos en unas mesas de adentro del local con calefacción. Justin cogió mi mano por el otro lado de la mesa y la acarició lentamente. Me sonrió y dio un sorbo a su café.

Me preguntaba si algún día nos pelearíamos de tal forma que nunca nos volviéramos a hablar. Pero yo pensaba que no, sentía que  eso nunca pasaría. Obviamente tendríamos nuestras discusiones, pero nunca aguantaríamos el no hablarnos, nos queríamos demasiado. Estábamos terriblemente enamorados. Nos habíamos enamorado de una manera tan rara e indecente. Al principio nos odiábamos mutuamente, pero muy en el fondo, sabía que Justin tenía su lado cariñoso. Él tenía un corazón tan grande como el océano, pero estaba roto. Sabía lo que tenía que hacer para repararlo, pero tenía miedo de cagarla. 

-¿Estás ansioso por entrar a Juilliard?- pregunté moviendo mi cabeza. 

-Demasiado. ¿Crees que nos toquen clases juntos?

-Seguro. Eso espero.- sonreí- Tienes que prometerme algo.- hice una pausa y el asintió- No te enamorarás de ninguna bailarina sexy de por ahí.-levanté una ceja. Justin rió.

-¿Me estás hablando en serio? Teniéndote a tí ni me dan ganas de mirar a otras personas. Sé que no encontraré nada mejor en ningún lugar. 

Me sonrojé y Justin pasó su dedo pulgar por la palma de mi mano. 

-Y tú prométeme que no te enamorarás de ningún bailarín sexy de esos que usan esos pantalones ajustados por todos lados y se les marca ya sabes qué.- hizo una mueca inocente y luego me miró con los ojos muy abiertos, como un niño. Yo largué una fuerte carcajada y Justin tapó mi boca con su mano y rió. 

-Lo siento.- dije mirándo a todos lados- Y no, no creo que eso pase.- me acerqué y lo besé en los labios. 

-Creo que deberíamos volver al hotel.-dijo mirándome a los ojos.

-Estoy de acuerdo, me estoy congelando aquí.- me levanté. Justin se colocó detrás de mí y pasó su brazo por mi cintura.

-Quizá te pueda dar un poco de calor.-susurró en mi oído. Reí suavemente y caminé hasta la puerta del local, la cual Justin me abrió para que pasara. 

Al llegar al hotel llené la tina para darme un baño de agua caliente, estaba helada. Sabía lo que estaba pensando Justin, pero no estaba segura si eso era lo que quería hasta que lo vi entrar por la puerta del baño con una toalla atada a las caderas. 

-¿Qué haces?- dije tratando de taparme mis partes con las manos.

-No hace falta que te tapes __, no hay nada que no haya visto antes.- y de repente, la toalla cayó al suelo dejando al descubierto su gran erección. Traté de desviar la mirada, pero me fue imposible.- ¿Me haces un lugar?

El juego de los quintillizos.| Justin Bieber |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora