El año tiene trescientos sesenta y cinco días, en algunas ocasiones trescientos sesenta y seis. Algunos pensarán: "Muchas cosas pueden suceder en un año; puedo acabar con una amistad de años, puedo romper una relación, incluso puedo gestar a un niño y darlo a luz", y estoy de acuerdo.
Algunas días ya están reservados. Es decir, no se hace más que celebrar lo establecido socialmente, como el día de Acción de Gracias, San Valentín, o Halloween. Se supone que ya tienes planes para esos días, ya sea que te reúnes con tu familia o decides permanecer en tu solitario departamento alimentándote de macarrones con queso que has cocinado en menos de cinco minutos. No es que hable de mí misma.
Soy una persona solitaria. Pasar el tiempo conmigo misma es el mejor plan que puedo idear. Creo que puedo lograr mejores resultados si lo hago todo sola y eso es difícil de comprender para algunas personas. Casualmente, soy tigre en el horóscopo chino. No hay animal más solitario que ese.
En fin, no es de mi animal chino de lo que quería hablar, sino de mi obligación a asistir a un gran evento. Sólo tenía una semana y media para descansar antes de regresar a la universidad, pero mi querida hermana, Livia, me obligaba a salir de mi zona de confort... como siempre.
De tantas cosas que pueden suceder en un año, mi hermana decidió casarse en Vísperas de Navidad. Así es... Ella eligió esa fecha. Debía viajar a la otra punta del país y asistir a una ceremonia, que además incluía una odiosa fiesta con lo poco que me gustaba socializar. Sin embargo, no es como si tuviera demasiada opción.
Desde pequeñas, Livia se había hecho cargo de mí. Nuestra madre era alcohólica y mi padre un golpeador. Aquellos recuerdos aún se encuentran latentes en mi memoria como si hubiesen sucedido ayer. Al cumplir la mayoría de edad, Liv decidió mudarse y llevarme consigo. Diez años después, ella está a punto de casarse con su mejor amigo. Y yo... mi única relación estable es con mi cama y los macarrones con queso.
Cuando cumplí mis dieciocho años, a ella le surgió una increíble oportunidad de trabajo y debió mudarse al otro lado del país. En cambio, yo me encuentro en el mismo departamento en el que nos mudamos juntas por primera vez.
No puedo perderme su boda. Sé que en cuanto la vea sonreír, agradeceré haber asistido.
Miré la hora en mi celular y suspiré. Me quedaba una hora antes de partir hacia el aeropuerto y aún no había acabado de empacar la valija.
Me acerqué hacia Mowgli, mi gato, y acaricié su cabeza. Su ronroneo se hizo presente de inmediato y sonreí.
—Lamento informarte que te quedarás a cargo de Brynn por unos días —al decir aquello, él alzó su cabeza como si hubiese entendido lo que acababa de decirle y no le hubiese gustado en lo absoluto —. ¿Prometes que te portarás bien? —le pregunté y él volvió a echarse bajo el pequeño árbol de Navidad. Tomaba eso como un 'sí'.
Jamás había estado entre mis planes tener una mascota, pero me fue imposible no adoptarlo cuando lo encontré abandonado. Su pelaje negro se había camuflado con la bolsa de basura que se encontraba a su lado aquel día. Esperaba que lo mismo les hubiese sucedido a todas las personas que habían pasado a su lado y no lo habían rescatado. Prefería pensar eso y no que sólo lo habían ignorado. Gasté los únicos ahorros que tenía sólo para que su estado mejorara; luego de eso, no pude negarme a adoptarlo. Desde ese entonces, Mowgli ha sido mi compañero fiel.
Sin pensarlo demasiado, arrojé algunos conjuntos en mi maleta y me digné a partir hacia el aeropuerto.
—¿Cuándo se supone que regresarás? —me preguntó Brynn y me encogí de hombros. Esperaba que pronto, pero eso no dependía de mí.
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Hasta la Última Pieza ✔️©
Ficção Adolescente¿Quién hubiese dicho que rechazar su beso bajo el muérdago le traería tantos problemas? Socializar estaba muy lejos de sus planes; este le daba dolor de cabeza. Sin embargo, obligada por su hermana a asistir a un evento, su más grande dolor de cabe...