13.Frustración

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-¡Mierda, mierda...! -Keyla gritaba con mucho odio, habían desaparecido como si nada frente a sus ojos. Dio una patada a una de las mesas, comenzaba a cobrar su aspecto de humana, respiró tranquilamente. Aspiró aire, se acercó a la vieja Babá.- ¡Llévame al lugar al que les has enviado!

-Lo siento querida, pero no podrá ser. Tú no me puedes dar nada, ya me diste lo único que tenías por aquel hechizo, ¿recuerdas?

-¡Entoces te ordeno a que me digas a donde han ido! -le cogió del cuello y la mujer se deshizo como el mismísimo agua del que salió.

-Tan mal educada como siempre. -Babá se sentó en una de las sillas, cogió el bote donde puso la sangre de Yeming. Lo abrió y le dio un trago.- Que bien sabe... -Su piel se reafirmaba, sus cabellos blancos y lacios, cobraron vida y se volvieron cobrizos. Sus arrugas desaparecían, en sí, todo su cuerpo se volvía atractivo y más joven.- y adiós a este suculento brebaje... -tiró el bote al cuenco por donde ella había salido. -Espero que arregles eso.

-A mi no me das órdenes.

-Uy si se enterará tu abuelo. -la amenazó mientras que se sacaba un cigarillo de un bolsito.- Venga, no seas estúpida. -encendió el zipo y prendió el cigarillo mientras que aspiraba.

-Dime donde están. -Rechistó.

-Muy lejos de para ti. -Bostezó.

-¡Eso ya lo sé! -Puso su pie aun lado de ella.

-Oye niña, me sacas de quicio. -Hizo un chasquido y bajo los pies de Keyla apareció un portal. -Vuelve a casita, bye, bye. -por último cerró el portal lo más rápido posible para evitar que entrase. - Bueno, bueno, aun sigo joven, es hora de encontrar hermosos muchachos para divertirse.

Keyla cayó en el sofá de la casa principal, había caido tumbada de golpe, le sacudió lo que eran sus pulmones humanos. Colocó su mano sobre su pecho que era humano, miró a un lado bastante frustrada, cuando vio una pelota rodar a su lado. Alzó la vista y vio que se trataba de su hermanastro pequeño. Mostraba una sonrisa de par en par.

-Hermana, juguemos...-apareció sentado a su lado.

-Largo, pedazo de plasta. -Fue a patearlo pero éste ya estaba sentado en el respaldo.

-¿Por qué estás tan enfadada? -Susurró el muchacho.- Y recuerda, mi nombre es Robert. -Jugueteó con su pelota

-Nada de lo que te interese, total, no me sirves.-Se mordió el labio inferior.- Ahora, largo.

-Pero yo quiero jugar, he aprendido a jugar algo nuevo. -de su mano rodó la pelota varias veces sin frenar.- Observa...-La pelota se abrió como una flor y dentro de lla había una luz que iluminó toda la sala.- Pero es un secreto así que no le digas a nadie, ¿sí? -sus labios nuevamente se curvaron mientras que colocba su dedo índice sobre sus labios. - Repito, a nadie. -Apareció frente a ella y volvió a su posición. Keyla no tenía más opción que observar, aunque ello implicase verle con aburrimiento. El niño comenzó a tocar las cuatro puntas y se sentó junto a Keyla, y la luz comenzó a ser intensa, todo el lugar cambió, estaban fuera de casa, mejor dicho a kilómetros de ella. Keyla se levantó al ver como todo estaba parado, los pájaros estaban quietos sobre el aire, las hojas arrastradas por el viento como si hubiesen sido petrificadas. Todo el lugar estaba quieto. 

-Desde cuando...

-Se hacer ¿esto? -El muchacho siguió su frase.- Desde que te volviste mazo rebelde. -La pelota volvió a su forma original y volvieron al lugar de antes.- Pero no es un "hechizo permamente", tengo mis límites porque aun soy un crío . Quiero decir, puedo moverme a cualquier sitio y pararlo a mi gusto pero siempre con un límite...-suspiró cansado.- Ya me aburrí, me voy a dormir...hacer esto cansa bastante.

La libertad de las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora