Había recuperado el aliento después de haber corrido hacia el tren. Notaba el sudor que goteaba por mi frente por el suceso escalifriante de antes. No podía evitar pensar que un rarito de estos, salido de la nada de mi casa, me persiga hasta donde yo vaya. No sé que le he hecho contra él o qué quiere de mí. Esa era mi cruda realidad, parece ser que vaya donde vaya siempre me encontraran. Después de cinco minutos de reflexión y relajación, decidí avanzar al primer vagón. Me levanté con mis cosas en la mano empezando a caminar hacia el lugar indicado. Al pasar al octavo vagón me encontré con un revisor. Éste era alto por así decirlo, más que yo, que ya es decir. No le pude ver la cara porque en parte se le tapaba por una gorra de la compañia estacional. A demás de que no me fijaba en esos detalles por diversas razones, las personas que se hallaban en este vagon eran extremadamente extraña. Era como estar un vagon mundial, había de todo. Veía a asiáticos,americanos,... Vamos que desde mi punto de vista todos eran de diferentes razas y colores. Dirigí mi mirada hacia el revisor y esta vez me fijé en su bigote blanco. Fue en ese momento cuando oí su bronca voz, pidiendo que le enseñare mi billete. Con toda mi tranqulidad la saqué y se lo enseñé. Éste cogió un rotulador y lo marcó con un tic, después me la devolvió, trás de si yo lo cogí. Lo guardé en uno de los bolsillos de mi pantalón, lo cerré y al ver hacia adelante el revisor había desaparecido. Me volteé para buscarlo pero no estaba, sólo los demás pasajeros.Ladeé la cabeza y seguí caminando, así hasta el segundo vagon, no recordaba que los trenes sean tan silenciosos o era eso o era que los niños y jóvenes estaban callados dentro de una gran tumba. Ya delante de la puerta del vagon número uno, no se por qué pero tenía un mal presentimiento, cómo si algo fuese a pasar trás abrir la puerta del primer vagon. Toqué lo que es el picaporte y arrastré la puerta hacia un lado. Tragué saliva y entré con confianza, al ver el vagón vacío, se me hizo muy extraño. Dí unos cuantos pasos, posicionandome en el centro del vagón, lo único que percibía era el viento que tocaba mi cara y mis manos porque una de las ventanas estaban abiertas. Eso me dejó atemorizado, podría haber entrado cualquier cosa y eso me daba pánico. La puerta por la que entré se cerró de golpe, dí un giro velozmente pero allí no había nada ni nadie. Tenía la sensación de que me miraban, me quedé en silencio hasta que oí una flauta atrás mía. Eso me sobresaltó que me quedé medio paralizado al ver que era ese mismo otro que estaba en mi casa. No sabía cómo escapar de ese ser. Miraba la puerta y después la ventana. La puerta nuevamente se abrió, a lo mejor era el momento de escapar pero de pronto esa idea se desvaneció. Ese otro no tocaba una melodía de la muerte, sino una para atraer más de ellos. Estaba atrapado, atrás tenía al flautista, delante aquel revisor de manera repulsiva. Simplemente por su aspecto, esta vez no llevaba la gorra puesta es más, podía ver su cara. Sus ojos estaban huecos, que incluso brotaba sangre negra de ella, la boca estaba cortada; es decir, era como ver la boca y la dentadura entera pero en los bordes estaban cortados hasta las orejas. Eso era realmente repulsivo me daban náuseas aunque me mantenía firme. No había forma de escaparse de esa situación, tragué saliva y me puse a pensar rápidamente. Tenía dos opciones una era salir por una de las ventanas o subir al techo, el caso era cómo hacerlo. La ventana podría ser bastante arriesgado, uno, podría palmarla. Dos, quien sabe cuantos demonios había en ese mismo tren. La única posibilidad que me quedaba era subir arriba. Recordé que en el bolsillo de la chaqueta había una navaja, podría servirme como distracción, por lo que se me ocurrió lanzarselo al nuevo ser. Cuando lancé el cuchillo, el arma se incrustó en el ojo izquierdo de éste ser por lo tanto gritó de dolor. Tras ese movimiento tiré de la palanca del techo y este se abrió. Rápidamente salté para subirme pero el flautista me agarró de la pierna, pataleé con fuerza hasta que me soltó. Sabía que eso me dejaría marca, porque había apretado tan fuerte que mi pierna sangraba. Aún así me armé con todas mis fuerzas para escapar, fue cuando entonces se oye lo que yo llamaba mi esperanza era el aviso de la parada que tenía que bajar pero para mi desgracia aún faltaban quince minutos para la llegada. Tenía que sobrevivir a esos interminables minutos.
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La libertad de las sombras
FantasiEs la historia de un muchacho que se llama Dyan, él creía que era un ser humano hasta que descubre que es todo lo contrario, un ser que se dedica a manipular a humanos solo para divertirse. Un demonio mestizo de una bruja mundana, él no se lo pudó...