Capítulo 2.

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Después de recoger mis maletas y verificar que todo estuviese en orden me dirigí a la salida he inspeccione el lugar. La gente se encontraba alborotada por doquier gritando nombres, seguramente para encontrar a sus respectivos familiares o amigos; por un momento me recorrió una extraña sensación, en el fondo a mi también me hubiera gustado tener ahí a alguien esperándome pero ahí estaba yo. Sola.

Una vez que por fin había logrado colarme entre toda esa gente y haber salido de allí, tomé una bocanada de aire; el ambiente de mi ahora, nuevo hogar se hallaba frío pero agradable, sé que no sonara común, pero si me daban a elegir entre invierno y verano, mi respuesta sería mil veces la misma: invierno. Amaba aquella sensación de paz y tranquilidad que transmita. El atardecer comenzaba a desaparecer dándole paso a la oscuridad de una tenue noche, no quería irme tan pronto de ahí.

Seguí atravesando unas calles más sin ni siquiera preocuparme de a donde debía dirigirme, lo cual fue una pésima idea pues termine perdiéndome. Ahora era yo sola en la calle, las personas habían desaparecido hace unos instantes.

Sintiéndome intimidada por el desolado lugar intenté regresar por el camino que había tomado, pero fue inútil, lo único que logré fue adentrarme más en la oscuridad de la noche.

Rendida acomode mis maletas en el duro cemento que cubría la calle, lista para sentarme y esperar a que un taxi o alguna persona amable pasaran y me ayudase a encontrar la casa de la amiga de mi padre, que amablemente me daría hospedaje.

Por unos minutos me quedé sentada y aburrida, la paciencia no era lo mío, de aquello estaba segura. Me levanté y sacudí la tierra impregnada en mi pantalón decidida a caminar entre la brisa acogedora. Era mucho mejor que quedarme ahí sentada con el trasero adolorido.

Paso a paso la intensidad de la noche aumentaba y mi temor igual, después de todo no era tan valiente como creía.

Unos cuántos murmullos aumentaron mi esperanza y a la vez el miedo, aquellos podían ser amables personas o perfectamente unos delincuentes. Al parecer mi última opción estaba en lo correcto.
Invadida por el pánico intenté retroceder sin que notasen mi presencia, y supe que debí haber sido más sigilosa. El sonoro ruido de mis tacones les advirtieron de mi presencia.

Uno de ellos -el más alto e intimidante- fue el primero en volverse había mi, seguido rápidamente por los otros 3. 

-Hey preciosa ven aquí, podemos pasar una noche fenomenal -el mismo que se fijo en mi primero fue el primero en hablar

Could you give me another chance? | h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora