𝐓𝐑𝐎𝐔𝐁𝐋𝐄 ─ james potter

13┃everything will be fine

【 CAPÍTULO TRECE 】
TODO ESTARÁ BIEN

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TRES AÑOS MÁS TARDE
AGOSTO DE 1981

                LA JOVEN IRRESPONSABLE y revoltosa Amelia Sinclair había quedado en el pasado tras haber sufrido un cambio drástico. Por lo general, ella detestaba los cambios. Odiaba cuando se modificaba la hora de una quedada con sus amigos o cuando, en Hogwarts, McGonagall cambiaba el día de un castigo. Pero esta vez había sido completamente diferente. No obstante, no encontraba nada de malo en sus cambios. Habían pasado muchas cosas desde que dejó de ser la chica que se metía en problemas, y no se arrepentía de nada en lo absoluto. A veces, como en su caso, los cambios eran mejoras.

Amelia nunca se había imaginado que acabaría de aquella manera. Para empezar, casarse con James Potter nunca había estado entre sus opciones de futuro. Pero bastó con un plan loco entre ambos, varias conversaciones llenas de risas y mucho tiempo juntos para darse cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Amelia quería a James y viceversa. Los dos divertidos y alocados jóvenes —que pronto, y con un poco de suerte, serían aurores al fin— se querían el uno al otro incondicionalmente; nada ni nadie podía cambiar eso. Ni siquiera la guerra que se les venía encima podría cambiar la manera en la que Amelia se alegraba cada vez que veía a su marido dedicándole una sonrisa sólo a ella.

El hecho de que ahora su nombre fuera Amelia Potter no era el único motivo del ligero cambio en su forma de ser. La llegada de un pequeño niño con ojos marrones grisáceos (los cuales, según James, los había heredado de ella) les había robado el corazón a ambos. Si antes todo el amor de Amelia iba directo hacia el maravilloso chico con el que estaba casada, ahora debía dividirlo entre dos personas que lo eran todo para ella. Su hijo Harry sonreía cada vez que su madre lo cogía en brazos y le cantaba canciones hasta dormirse. Mientras tanto, James los miraba con suma concentración, sintiendo una gran felicidad por esa preciosa vista ante sus ojos.

A eso se debía el cambio de Amelia, a Harry. La joven muchacha rubia al fin había madurado y, aunque seguía adorando las bromas que hacía con sus amigos, usaba toda la responsabilidad necesaria para cuidar de su único hijo. El problema era que en aquellos tiempos tan difíciles, ni siquiera el amor de unos padres podía salvar la vida de alguien. Un par de meses atrás, Dumbledore había avisado a la pequeña familia Potter del peligro que corría Harry por culpa de una profecía y las ansias de poder de Lord Voldemort. En cuanto encontraron la manera de ocultarse, James y Amelia no dudaron ni un segundo en dejar toda su vida pausada para poder protegerse a ellos y al niño de mirada curiosa y cabello alborotado. Las reuniones de la Orden del Fénix, las prácticas para convertirse en aurores, las pocas veces que disfrutaban de la compañía de sus amigos... Todo aquello había sido temporalmente pausado y, a pesar de que a ellos no les gustaba mucho, sabían que era lo correcto.

El encantamiento Fidelio parecía ser la única solución posible al gran problema que significaba que Voldemort los bucara. Este hechizo los podía mantener ocultos todo el tiempo que hiciera falta y tan sólo se necesitaba nombrar a una persona como su guardián secreto. Los primeros candidatos fueron Sirius y Lily, pero ellos lo rechazaron al instante, diciendo que sería muy evidente. Remus o Marlene parecían buenas opciones, pero todos sabían que Peter era el indicado. Amelia pensaba, con todos los respetos del mundo, que Peter Pettigrew era demasiado tímido, cobarde y nadie se fijaría en él. Ni siquiera el mago más oscuro se atrevería a pensar que él era el guardián de uno de los dos niños nombrados en una profecía tan importante. Porque Harry no era el único; Neville Longbottom, hijo de Frank y Alice, corría su mismo peligro y también estaba oculto junto con sus padres.