Capítulo 11. Invencibles

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¡Gracias por las lecturas!
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Capítulo 11

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Kageyama estaba sudando, todo su cuerpo sudaba y él ardía de los pies a la cabeza, y sabía que había jugado muchos partidos en su vida, partidos en los que se había apostado el orgullo y donde había dejado hasta la piel, pero en ese momento ese juego lo era todo.

Y había sido perfecto.

El corazón le latía rabioso en el pecho, mientras a su alrededor el estadio se deshacía en gritos, y Atsumu le miraba desde arriba, pero él, en el suelo, con Hinata al lado, con el ardor de la pelota todavía en la palma de la mano, sonrió enseñándole los dientes.

No perderé contra nadie.

Miró a Hinata antes de que Hinata le mirase a él, y le vio intercambiando una mirada con Atsumu. Se heló por dentro, porque Kageyama sabía que él le había visto. Ahora sabía lo que era Hinata y lo que podría llegar a ser, y no lo olvidaría. Conocía a Atsumu.

Hasta él había tenido miedo.

—Shoyo-kun. Algún día yo colocaré para ti.

Kageyama sintió que las palabras se le congelaban en el pecho y que el calor que sentía se apagaba de pronto, como si le hubiesen robado la alegría de la victoria, como si Atsumu hubiese puesto en marcha un gigantesco reloj con una cuenta atrás. La definitiva.

Es mío, gritaba cada centímetro de su cuerpo. Es mi rematador.

Hinata se quedó inmóvil, como si no entendiese y Atsumu giró la mirada hacia Kageyama y le sonrió de aquella manera que usaba únicamente para los momentos en que eran ellos dos.

El aire en la pista pareció de pronto más denso que nunca.

—Kageyama.

Oyó su voz y se giró hacia Hinata, todavía con la respiración agitada. Tenía la mano extendida, y estaba sonriendo como en éxtasis. Mirándole a los ojos, alzó su mano y la chocó con la de él, y abrió la boca para decir algo, pero en ese momento todos saltaron sobre ellos, aplastándoles mientras gritaban de felicidad.

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Fueron los últimos en salir de la pista, porque les paraban todo el tiempo chicos de otras escuelas para preguntarles técnicas, para saber sus nombres completos, para conocer cuánto tiempo llevaban jugando. Muchos les preguntaban por su rápido raro, y Hinata reía y se hacía fotos con todo el mundo como si estuviese en el jodido parque de atracciones.

Kageyama apenas acertaba a contestar, mareado y sin aliento. Estaba tan agotado que podría haberse tirado en una esquina y quedarse allí esperando a que alguien le regalase una gelatina.

La mejor nevada del mundo |KageHina|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora