The Cheerleader of my Dreams (ls.)

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Harry escuchó la campana de cambio de horario sonar mientras él seguía en la aburrida oficina directiva junto con sus padres.

Suspiró al ver el paso de las agujas del reloj, puede jurar que fueron haciéndose más y más lentas con el paso del tiempo, pero está seguro que es solo su mente aburrida jugándole una mala pasada.

La directora tecleaba en un documento de word a la vez que sus padres seguían lanzando alabanzas acerca de la prestigiosa escuela que aquella era. Todo lo bueno que habían escuchado tanto en el ámbito educacional, artístico y deportivo. Harry solo reprimía las fuertes ganas de rodar los ojos al saber que todo lo que salía de la boca de sus progenitores era una vil mentira.

Odiaba eso. Odiaba lo hipócritas que sus padres podían llegar a ser con tal de salirse con la suya. Odiaba haber tenido que cambiarse de escuela y mudarse solo por querer un poco de libertad. Y no en el mal concepto que muchas veces se tiene de la libertad: desperdiciar tu futuro, hacer lo que te venga en gana y dejar de estudiar. Todo aquello que sus padres lamentablemente creían.

No. El rizado anhelaba solo un poco de libertad para ser quien realmente es. Para poder expresarse con sus padres, conocidos, gente en general. Para no tener que reprimir su verdadera personalidad y poder conversar sobre sus gustos y sus pasiones. Harry anhelaba tanto que a veces se preguntaba si era demasiado por desear. Un "demasiado" que probablemente no alcanzaría si sigue siendo tan sumiso ante sus padres.

El joven de los ojos verdes estaba tan harto de la vida que venía llevando desde siempre. Sí, tenía todas las comodidades material y económicamente hablando, pero se sentía vacío por dentro. No se sentía él. Sentía que estaba demasiado lejos de su cuerpo, corriendo por un largo camino estrecho entra la oscuridad con el objetivo de agarrar las riendas de su propia vida, pero estas se iban alejando cada vez más que solo podía llorar de la impotencia por forzar a sus pies correr más rápido y más y más y más. Era un esfuerzo en vano.

La vida en su antigua escuela fue muy buena. Claro, hasta que decidió ingenuamente abrir la boca para confesar un secreto a los que él consideraba sus amigos en ese entonces. Grave error. No solo consiguió burlas y miradas despectivas por parte de sus compañeros de clases, sino también de sus "amigos". Todo se formó en un rumor muy grande, muchos aprovechaban aquello para ganar algo de popularidad al inventar más sucesos acerca de la vida de Harry, cosas que llegaron a sus oídos e hicieron que llorara a más no poder a solas en su habitación. 

Hasta que no aguantó más.

Al no saber cómo manejar el asunto ya que todo resbalaba de sus manos como si fuera aceite, el rizado decidió hablar con sus padres y contarles la verdad de todo. 

¡Que ingenuo!

Fue incluso peor. Estos se enojaron tanto con Harry y descargaron toda su furia con el pobre chico. Harry sintió que los había decepcionado. Después de todo, sus padres se encargaron de hacerle saber cuanta vergüenza le tenían.

Ahora, con su trasero algo adolorido por estar sentado en aquella silla incómoda por más de una hora, se ponía a pensar en cómo sería su vida de ahora en adelante ya que sus padres saben lo que él esconde.

Y eso que no le contó a nadie, ni siquiera a ellos, acerca de otro asunto que pasó hace un tiempo. Asunto del cual está muy avergonzado. 

—Señor Styles, —alzó la cabeza rápidamente al escuchar la voz de la directora.— muy bien, ya están todos sus papeles en orden, acá está su horario escolar. —por encima del escritorio le fue entregada la mitad de una hoja bond con una tabla impresa donde se encontraban los nombres de sus asignaturas y los horarios de cada una de ellas.— Puede que haya pasado solo un mes desde que comenzó el año escolar; sin embargo, se ha avanzado considerablemente, así que le recomiendo que se ponga al día, converse con tu tutora.