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GET YOUR HANDS DIRTY

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Los labios de Basilio Caldwell eran, por el momento, el mejor refugio que la heredera había encontrado. Su boca se movía al ritmo del ferviente deseo de Maxine, haciéndole olvidar las voces de los demonios dentro de su cabeza. Sus manos tímidas recorrían su espalda de arriba abajo, cuidadoso de no sobrepasarse, brindándole a la rubia deleitosas corrientes eléctricas.

El Gryffindor no se quedaba muy atrás. Tener a Demetria Gaenor entre sus brazos se sentía como tocar el cielo con las manos. Su fragancia, su toque, sus labios devorando los suyos como si fuera la última vez que lo haría. Todo en ella llevaba al pecoso a lugares que nunca creyó conocer tan pronto. A pesar de ser su primer beso juntos, la Bringstone atacaba el calor de su cuerpo con un descaro que Basilio no llegó a asimilar hasta unos segundos más tarde. Intimidado logró sentirse al percibir que tan experta era la princesa frente a él, quien a penas había besado a dos chicas en toda su vida.

El toque del pecoso era inseguro y titubeante, no como el de su Victoria, que era más bien travieso y juguetón. Sin embargo, logró disfrutarlo por igual.

Maxine no había compartido intimidad con otra persona fuera de la Slytherin. A pesar de todas las barreras que cruzaron, lejos estaba la princesa de saber mucho del tema. Y si bien había utilizado su cuerpo como un arma de seducción cada vez que hubiera sido necesario, entregarlo completamente a alguien le causaba escalofríos. Sabía que cuando se casara por obligación, se vería sometida a complacer a un hombre y no por voluntad propia. Es por eso que, a pesar de mostrarse tan liberal con su anatomía, eran pocos aquellos los que tenían la oportunidad de conocerlo. Pues su cuerpo era su más sagrado templo. Futura reina y heredera de Bringstone, no había nadie como ella. Incluso su sangre era azul, quizás era la única persona en la tierra que podía decir aquello. Por ende, Maxine cuidaba no sólo sus sentimientos, sino también todo su ser material e inmaterial.

El pecoso la empujó levemente para romper la unión de sus bocas. Ojos azures lo miraban grandes y majestuosos. Los más hermosos soles que Basilio había visto, que más que soles, parecían dos témpanos de hielo. Esos ojos que lo cautivaban en sus mejores sueños.

—Alguien podría vernos —murmuró tímido. Sus manos viajaron a su cara para ahuecarlas en ambas mejillas rosadas de la princesa.

La menor mostró su blanca sonrisa ante la dulce preocupación de ser expuestos. Sus labios hinchados de tanta succión y mordiscos.

𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐈𝐆𝐇𝐍𝐄𝐒𝐒 | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora