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THE GRAND FINALE

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Phoenix se sentía peor que un perro callejero. Vagaba y trastabillaba entre los adoquines, botella de vodka semivacía en su mano. No recordaba la última vez que se había aseado, o quién le había desajustado la corbata. Se palpó varias veces los bolsillos, buscando que algún galeón apareciera mágicamente en ellos y así podría pagar otra ronda de tragos que le ahogasen el dolor de su pecho y la impotencia de su cabeza desordenada.

No necesitaba preguntarle a Riddle. Sabía que Laverna había tenido razón. Y tampoco se sorprendía, porque a eso se dedicaba el heredero; a deshacer los lazos inútiles, los estorbos, las distracciones. Portia era una. Su mayor debilidad. Porque incluso a la distancia y en malos términos, su cabeza seguía pensando en ella.

¿Que podría hacer al respecto? ¿Abandonar sus líneas? ¿Reprochárselo? ¿Vengarse?

Era Tom Riddle. Lord Voldemort. No importaba cuan herido estuviera o cuan podrido, para el rizado, sus decisiones era irrevocables, incuestionables. Traerlas a discusión, sólo lo conducirían a desgracias en lo que quedaba de su miserable existencia.

Entonces, para evitarse las molestias, se hundió en cualquier porquería que le ayudara a olvidar.

Luego de asesinar a la princesa como si fuera un vampiro, Tom pasó de ermitaño a comandante de ejército. Dividió su séquito en dos: por un lado, las primas Black junto a Rosier en la búsqueda de Victoria Percivatti, y por otro lado a Malfoy, Lestrange, Avery y Mulciber en la misión de entrenar hasta el cansancio. Phoenix Nott (a quien Tom le gustaba llamarlo "descarrilado" últimamente) no tomó partida de ningún equipo. No ayudó, pero tampoco estorbó. Se mantuvo neutro, perdido, en gris. La realidad era muy dura para asimilarla. Riddle era un descorazonado, pero entendía que lo que había hecho era devastador. Así que hizo la vista gorda y permitió el distanciamiento del Caballero solitario.

Entretanto, el rizado se tuvo que hacer cargo de una persona. Alguien que tenía entre las cejas desde hacía rato: Antonio Miyazaki.

El príncipe bastardo había llegado a su vida para causar problemas, o eso razonó el heredero. Su cercanía era peligrosa en torno a Maxine. Decía que buscaba lo mejor para la princesa, ¿pero cómo podía saber qué era? Tom lo sabía, porque eran dos elementos conexos. Toni, en cambio, era un don nadie. Creía ser importante en la vida de la heredera, pero de su mamushka, él era el más pequeño.

Y con esa poca relevancia, esa afinidad que Riddle se empeñó por romper tantas veces, Antonio fue el responsable de una pesadilla. Tom se tuvo que encerrar dos días enteros para despejar su cabeza. Laverna le confesó uno de sus más grandes temores, uno que no se vio venir. Si bien su pequeña lo orientó a pensar desde su punto de vista, desde la libertad de su cuerpo, era desgarrador para él saber que le habían arrebatado algo de él.

𝐘𝐎𝐔𝐑 𝐇𝐈𝐆𝐇𝐍𝐄𝐒𝐒 | Tom RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora