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VIRTUE UNITED IS STRONGER
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La semana había transcurrido rápida desde que Tom había descubierto la verdad absoluta de su pequeña. Ambos optaron por mantener una postura neutral, cabizbaja. Su acercamiento solo levantaría sospechas y atraería una innecesaria atención que por el momento no necesitaban.
Laverna no estaba muy contenta con las decisiones de Maxine. Le había advertido que la serpiente terminaría apuñalándola por la espalda, tal como Salazar había hecho con ella en su entonces. Empero, comprendía como nadie el místico lazo que Atenea había creado para ellos, uno totalmente difícil de rechazar o de ignorar.
La princesa, después de mucho tiempo, comenzó a sentir seguridad. No solo en sí misma, sino que ahora contaba con un hombro del cual apoyarse. Y aunque a veces sus emociones hacia el heredero oscilaban como una llama al viento, la parte de su alma guardada en su anillo le brindaba el bienestar de su protección.
Sabía con certeza que Tom no la traicionaría.
Por consiguiente, sería ella quien lo haría algún día.
Las rodillas de Walburga chocaban contra las de Maxine por debajo de la mesa redonda. La clase de Adivinación se había tornado interesante cuando Jerome Potter vertió la taza de té en el vestido azul de la Profesora, Megalyn Modrić.
Sus lecturas habían sido de todo menos prometedoras. Maxine, por primera vez, había concebido que su talento con el tercer ojo era nulo, penoso. Tuvo suerte que en Castelobruxo pudo evitar esa asignatura, pero en Hogwarts no pudo escapar de ella, en especial cuando era de las pocas que compartía con sus amigas transferidas.
Maxine había llegado tarde a la clase, obligándose a tomar asiento con la pelinegra, el único lugar vacío. Ésta, alegre, le regaló una sonrisa blanca al verla tomar lugar frente a ella. Un gesto que la princesa no supo interpretar si era genuino o fingido, pero como su atracción platónica era fuerte, le brindó otra sonrisa amplia en respuesta.
Con sus ojos café y su cabellera oscura como el azabache recogida, la Slytherin lucía esplendorosa. Sus mejillas ligeramente rosadas y sus labios con brillo tentaban los impulsos de la princesa. Pero tuvo que contener sus deseos prohibidos, no podía querer los juguetes de Tom.
¿Le pasaría lo mismo con Basilio? ¿Encontraría Tom al pecoso atractivo y tentador?
Maxine no lo creyó posible. De no ser porque una maldición de por medio los atraía, probablemente el heredero no sería capaz de sentir desmembrar su corazón en poemas por otra persona.
