El baño con agua caliente no pudo relajar su mente para dejar de pensar: "¿En qué diablos me metí?"

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El baño con agua caliente no pudo relajar su mente para dejar de pensar: "¿En qué diablos me metí?". Y si no fuera por su alarma y un gato que le rasca la nariz, no hubiera logrado despertarse para ir a trabajar.

No era tan normal observar tráfico a esas horas en el pueblo, pero sí que lo era no lograr encontrar una estación de radio sin que no tuviera los villancicos irritantes sonando en diferentes covers. Intenta beber un poco de la botella de jugo de naranja, mientras "Holly Jolly Christmas" salía disparada de las bocinas.

Cheryl no odiaba del todo la navidad, pero detestaba el sentimiento que producía. El sentir que si no llegas de primero a comprar los regalos, el árbol, los adornos y todo lo que implica la navidad, te quedaras con nada más que conforme con que "tienes a tu familia contigo".

—Maldita sea, Cheryl—sus manos tiemblan en el volante y toma un trago de una botella de agua abandonada ya hacer un par de días—, eso no es suficiente—se deja caer con pesadez en el asiento del auto—, no es solo la familia. Rayos, la abuela tenía razón "la navidad está en el corazón, en la chispa que debes de sentir".

Toma otro trago de esa botella con sabor horrible, sus ojos se empiezan a humedecer y la quijada a temblar. Se hubiera quedado en su auto lloriqueando durante los últimos minutos antes de iniciar su turno, mientras "It's the most wonderful time of the year" sonaba, pero todo se convirtió en rabia.

Pisa el freno con fuerza— ¿Quién ha ocupado mi lugar?

Sigue con su camino, logrando conseguir parqueo tres cuadras arriba de la cafetería, pero a cambio de la pérdida de su tiempo extra para lloriquear. Y ahora no solo sentía rabia, iba retrasada a su turno. Se ajusta el cárdigan y ajusta la cinta de sus botas. Camina lo más apresurado posible, si la gente lo permitiera.

La temporada está iniciando y las calles de aquel centro están repletas. Esquiva al chico de la bicicleta que iba sobre la banqueta, logrando tropezar con un buzón de color rojo. Patea el buzón y el mensajero la toma de la mano, ayudándola a levantarse.

—Ya vine, ya vine— se lava las manos, coloca su delantal y respira profundamente.

—¿Todo bien Cher?, no luces bien.

—Luciría más que bien, si esta temporada no fuera tan irritante y si alguien no hubiera estacionado su estúpido Ford en el parqueo de la cafetería. No me vengas con que tome una taza de chocolate para relajarme.

Louis levanta sus manos— desde que vine estaba aquí, de seguro es del tipo nuevo. Un café expresso grande, ¿lo puedes llevar?, Bianca está atendiendo la mesa tres.

Cheryl asiente, sintiéndose menos agresiva. No está bien desquitarse con los clientes, ni con los compañeros de trabajo. Se ajusta el lapicero en la coleta y toma la bandeja. En la mesa uno hay un hombre de chaqueta azul, que trabaja en su laptop.

—Dos bebidas de temporada, medianas—le pide Louis no más al llegar—. Para llevar.

—Oye, disculpa, este no es el café que pedí—Cheryl voltea a ver la taza—, pedí un expresso, no un americano.

Cheryl se disculpa mientras le da la espalda y prepara el par de bebidas junto a la nueva taza de café. Toma de nuevo la bandeja, suspirando con pesar y se asoma de nuevo a la mesa uno.

—Ponlo para llevar— la observa de reojo y con aires de superioridad. Cheryl regresa con el nuevo cambio de orden y se la coloca en la mesa sonriendo forzosamente, pero el tipo ni levanta la vista de su laptop.

Dejando su fuerza de voluntad, toma el chocolate que Louis ni siquiera le propuso, pero que ella sabía que necesitaba. Cheryl observa al chico de la chaqueta azul utilizar su tarjeta para abrir la puerta de vidrio que se encuentra entre la cafetería y el vestíbulo del edificio que yacía encima del mismo.

Lo que menos le preocupaba, era ese cliente que se creía mejor por vivir en aquel lujoso lugar, sino la idea de lo que ocurriría al anochecer, ¿era el momento correcto?

El señor Donald ríe con ligereza— Tranquila Cheryl, intenta dejar todos tus sentimientos por un lado y sobre todo esos pensamientos que te ahogan. Lo importante son las nuevas experiencias, como Marie con el señor del apartamento 503 B.

—Esas son viejas experiencias, señor Donald.

—¡Te escuche, Cher!

Presentía que el señor Donald sabía más de lo que Cheryl le comento acerca de su mañana y el pesado cliente. El brillo en su sonrisa, no era provocado por los villancicos de aquel lugar, que es una de las cosas que más feliz lo hace, había algo escondido en ello.

Dos turnos doblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora