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Cheryl suelta un chillido y frena de un solo, botando un poco de la avena que venía comiendo

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Cheryl suelta un chillido y frena de un solo, botando un poco de la avena que venía comiendo. Y por un momento parece disfrutar de la música de la estación de radio. Su momento de triunfo se vio interrumpido por la bocina de los demás autos detrás de ella.

—¿Adivinen qué fue lo que ocurrió hoy?— anuncia mientras ingresa al local y ve la chaqueta azul que está en el mostrador.

—Dime, dime, dime—insiste Bianca mientras sirve café.

—El idiota del Ford movió su auto— canta mientras se coloca su delantal y Louis le anuncia la próxima orden, la cual ella la entrega con rapidez—. Buenos días, Matthew.

—Me alegra que hayas obtenido tu parqueo de regreso— sonríe.

Louis voltea a verla—. ¿De dónde conoces al sujeto?

Cheryl prepara la orden de la mesa dos con rapidez y se detiene a pensar un momento «No puedo decir que en la Oficina Postal de Santa Claus»—. En el parque, uno de los días que fui a comprar mi almuerzo. Solo sé su nombre.

Louis duda por un instante y continua anunciando las ordenes. Era domingo, lo cual significaba que: 1) ya habían terminado sus turnos extras en la cafetería y 2) les dieron la noche libre en la Oficina Postal, ya que pronto anunciarían al próximo ayudante.

Cheryl llega a casa, llena de bolsas de compras del supermercado, el cual aprovecho a realizar. Saluda a Pecas y se sirve un poco de ponche. Su casa ya estaba adornada, estaba limpia y ordenada, el pequeño jardín estaba limpio y lo único que faltaba era ordenar las compras.

Y era una de las cosas a las cuales le tenía miedo: pensar. Lo estuvo evitando tanto durante los días anteriores que ese ya no tenía más cosas que realizar para evitarlo. Y tenía que tomar decisiones.

—Ir o no ir con la familia.

Solo pensar en ello la estresaba de cierta forma, que le daban ganas de vomitar, pero vamos, ¡ella pasaría la navidad a solas! ¿Cómo podía hacer algo así? Y en ese momento deseo con tantas ganas que la abuela Rose estuviera con ella y le aconsejara.

Detestaba el hecho de haber perdido el sabor de la navidad, por más que le emocionara la temporada, pero era como si todo se hubiera esfumado al momento de crecer y la magia quedaba atrás.

Decidió dejar de arrepentirse en su sofá y puso la radio a todo volumen y comenzó a preparar la receta de galletas de jengibre de la abuela. Bailaba y mezclaba los ingredientes, si algún vecino la viera diría que estaba haciendo alguna especie de ritual. Y quizá sí lo era, por que buscaba la manera de invocar a la mujer sabia que era su abuela.

Preparo una gran taza de cocoa y emplató las galletas, saliendo a su pequeño balcón y deseando si quiera sentirse un poco más humana. Entonces lo único que logró hacer fue recordar los momentos que tenía con la abuela para navidad, porque era una especie de ritual el que realizaban las dos antes de un atardecer en esta temporada.

—Es lo que es, querida. La navidad está en el cuerpo, corazón y alma, debes de sentirla y siempre realizar las cosas que te hacen sentir cómoda. Sé que temes ser criticada, pequeña; pero debemos de realizar las cosas que nos hacen felices a nosotros, no todo es sacrificio.

Y en ese momento deseo haber entendido muy bien a la abuela Rose, pero ya todo en esta época estaba distorsionado, los recuerdo eran apenas un poco más borrosos de lo que recordaba el año anterior.

Dos turnos doblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora