Creyendo que trabajar en la cafetería es lo más divertido que hay en la vida, Cheryl esconde su deseo. Perdida desde el momento en que su abuela murió, ella lo único que pide a gritos es conseguir trabajos extras para evitar las dos peores cosas: pe...
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Sentía el estómago pegado, fue una mala idea no haber comido un poco antes de dormir. Observa el reloj que tiene a un lado en una mesa, 5:30 am. El debate interno iniciaba, era entre levantarse y comer algo o seguir durmiendo.
Claro, era un sábado y no tenía turno en la cafetería, sino hasta por la tarde. Era terrible la idea de abandonar su cómoda y acolchonada cama. Gruño y pataleo como una loca, y decidió levantarse, si me preguntas por que no sabría que decirte.
Aunque Cheryl pensaba demasiado, y en estos últimos días del año se preguntaba sobre sus resoluciones para el siguiente año. Y de seguro entre ellos estaba hacer un cambio de rutina. Y no es que en este momento estuviera apegada a una, pero sin duda sentía la necesidad de hacer ese cambio.
Bebé jugo de naranja y recuerda lo ocurrido la noche anterior. Y no evita pegarse en la frente.
Arwen les había ubicado en sus cubículos, a juzgar por la forma en que suspiro Matthew presentía que por dentro se encontraba dando brincos.
—¿Qué es lo que más te emociona de las fiestas, Cher?—pregunta Matthew mientras revisa las cartas con un lápiz en la mano. Cheryl levanta sus hombros.
—Supongo que todo—sonríe de manera amarga, o al menos así lo sintió.
—Sí, bueno a mí también. ¿Verás a tu familia?—Cheryl asiente con pesadez. Esa idea no le encantaba del todo, estar con la familia era una de las cosas más estresantes que podía hacer—, ¿sabes que no me creo? ¡Que al fin estemos en las cartas!
—Yo aún no creo que este sea el correo de Santa Claus, parece falso— abre la siguiente carta. Matthew carcajea.
—¿Rayos si miras a tu alrededor y la dirección a dónde están dirigidas las cartas?
—No lo sé, Matthew—ríe por lo bajo. «Ni siquiera sé cómo sentirme al respecto», pensó.
Cheryl suspira, todo estaría mejor si no fuera necesario visitar a la familia cada año y no es que lo sea. Se sentía obligada a pasar una navidad en familia, pero sabía que no lo hacía por ella, sino por los demás, lo cual la abuela Rose detestaría muchísimo.
Todo era muy distinto cuando estaba la abuela Rose, puesto que la navidad era ella, la abuela Rose y el chocolate caliente que tomaban en el balcón.
Todo ahora le parece más irritante, soportar que su familia le critique cada uno de las cosas, que si adelgazo, que si subió de peso, que si tiene novio o si es lesbiana acaso; si ya consiguió un mejor trabajo, y todas esas cosas que podrían preguntarte, quizá no por el afán de molestar, pero sin dudas es molesto.
Agradece que nadie, aparte de Matthew la haya escuchado mencionar que no creía lo que sus ojos veían. De seguro quedaría despedida, pero el momento exacto en que sintió aún más vergüenza fue a la salida.
Decidió de manera repentina al momento de decir adiós descubrir donde vivía Matthew, así que con cuidado inicio a seguirle. No es que sea muy buena haciendo espionaje, aunque con normalidad asustaba a sus compañeros de la cafetería cuando se acercaba sin realizar ni un solo sonido.
Matthew seguía caminando tres cuadras arriba y pasaba calles, regreso al parqueo y volvió a tomar otras dos cuadras arriba, Cheryl ya moría de sed y de cansancio.
—Si tanto deseas que vaya al baile contigo, solo lo hubieras pedido, Cheryl— voltea Matthew repentinamente y Cheryl queda congelada—. Sé que soy irresistible.
Cheryl ríe como loca—No necesito una pareja para el baile, yo no iré.
—¿Por qué no iras al baile más fantástico de este pueblo?
—Hmm, ¿trabajo, no es obvio? Ya sabes, es el primer día luego de obtener la vacante y por ello estaré ocupada—Matthew sonríe.
—Esa es la peor excusa que me han dado, venga tomemos un poco de ponche, el restaurante está a un par de cuadras— señala Matthew. Cheryl niega.
—No, Matthew—suspira antes de soltar el discurso típico— no debemos de juntar trabajo y relaciones amorosas. Agradezco el gesto de invitarme a tomar ponche, pero en este momento no quiero tener novio, nada de relaciones amorosas.
Todo queda muy callado y Matthew se acerca a dos pasos de ella y sonríe.
—Al fin alguien que piensa igual que yo, me alegra que no quieras nada. Quien te aguante, Cher.
El momento vergonzoso ocurrió cuando Cheryl visualizo a alguien hurgando los buzones especiales para cartas de Santa, dejando a Matthew con la palabra en la boca.
—¡Se roban las cartas, Matthew!— grita mientras cruza la calle, el hombre levanta la mirada y toma las cartas, con lo cual logra salir corriendo.
Cheryl no para de correr y detrás de ella va Matthew muy confundido, el chico sí que era veloz, gracias a sus piernas largas, al contrario de Cheryl de piernas un poco más cortas. El chico tropieza con una valla y trata de levantarse con velocidad, dándole ventaja a Cheryl, la cual se tira encima de él, volviéndolo a botar.
—Sueltas las cartas, maldito ladrón— lo sujeta de su chaqueta.
—¿Me puedes ver?—pregunta atónito y se va acercando Matthew con la carta en la mano.
—Claro que sí, idiota.
—¿Me pueden ver?—Los dos responden que sí—, llevaba tiempo que no me ocurría algo así.
—Cheryl, suéltalo, es de parte de la oficina postal— Cheryl voltea a ver a Matthew confundida hasta que mira su bolso con el logotipo de la oficina postal.
—Nosotros recolectamos las cartas por la noche— explica mientras Matthew extiende su mano para ayudarlo a levantarse— nadie nos puede ver, solo, claro los que están hechos para el empleo. Ten más cuidado a la próxima, niña.