Volvían las náuseas y la sensación de desesperación

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Volvían las náuseas y la sensación de desesperación. Y a pesar de que hace un momento ella sentía que todo era posible, inclusive que santa era real, de un momento a otro ella estaba tirando esa sensación al bote de basura que tenía en su cocina. Solo buscaba la manera en saber cómo iba a sobrevivir esta temporada, de nuevo, como cada bendito año. Simplemente, es como si ignorase la idea de que será lo mismo de siempre y que nada cambiara, pero hay algo en esas nauseas, que le dice que todo cambiará.

—La navidad está en el corazón—. Se repite colocándose el delantal, la música de temporada estaba reventando las bocinas de aquel local. Toma su posición en la cafetera, mientras Louis un tanto apura le empieza a indicar cuales son las ordenes que debe de trabajar.

Luego de 4 horas preparando cafés sin parar, ya que todo empezaba a enfriar en el exterior, logra tomar un pequeño descanso en el banco al lado de la caja registradora, mientras espera que los últimos dos clientes se retiren. Se asoma a la puerta para poder cerrar y un pequeño bastón detiene el cierre de la misma, observa por la ventana, es el señor Donald, el cual sonríe con su nariz roja.

—¿Qué puede ser más divertido que trabajar en las tardes en la cafetería?—, repone en pregunta el señor Donald mientras bebe un sorbo de su café.

—Definitivamente no hay nada más divertido que esto, señor Donald, se lo aseguro—repone Cheryl tomando un sorbo de su café.

—Rayos, niña, crees que trabajar en una cafetería es divertido— suelta una gran carcajada—. Vamos Cheryl, deberías de probar trabajar en el correo del pueblo, estoy seguro que necesitan ayuda con las cartas extras de esta temporada.

—No he observado ni un solo anuncio al respecto señor Donald, pero en este momento justo de mi vida, la cafetería es lo único que necesito, además en esta época este lugar se mantiene aún más activo— trata de sonar amable, mientras recoge las tazas de los clientes que se han retirado.

La idea del señor Donald no estaba tan mal, era dinero extra, ¿a quién no le gusta?, además con ello podría terminar de ajustar para los regalos y poder ahorrar un poco, si es que esa música del centro comercial, no la anima como a la mayoría de las personas y termina comprando de más. Camina mientras en su mente cruza la idea de poder comprarse una nueva cafetera más moderna, o quizá un par de nuevas botas, o ambas cosas.

En la parada de bus observa que faltan alrededor de 20 minutos para que el mismo llegue y que además, no logra concentrarse en el libro que siempre lee, cuando sale temprano de los turnos de la cafetería, sabía perfectamente que este era uno de los pocos días que le quedaban antes de que servir chocolate y café hasta tarde. Así que ajustándose la bufanda, decide caminar hasta la oficina postal, que tampoco es que le quedara tan lejos, es decir, solo tenía que cruzar el parque del centro, la calle, justo enfrente de la cafetería.

No había nadie, la oficina cierra a las cinco sin falta, y ya son las cinco y cuarto. Se muerde los labios e inicia a inspeccionar las ventanas, era obvio, no están ofreciendo ni un solo puesto para ello, se sienta y tira a la borda de nuevo todas esas ideas e ilusiones que el dinero extra le pudo haber financiado. Pero no podía quedarse tirada como una vagabunda toda la noche, tenía cinco minutos para llegar a su estación de bus.

Saluda a George y toma lugar justo en el centro del bus, el cual como siempre la deja a dos calles de casa. Se molesta al pensar en el hecho de que hubiera regresado cantando de alegría si hubiera existido tal puesto, pero le molesta aún más el hecho de caer con facilidad en ilusiones.

Dos turnos doblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora