IV

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¿Por qué no?


Media hora había pasado desde que Izuku había comido los alimentos, que los pecados capitales le dieron. Ahora podemos ver al chico sentado en el verde césped, mirando la ciudad, viendo los coches en miniatura recorrer las carreteras de la gran ciudad. La mano derecha del chico se acercó a su ojo izquierdo, recordando el primer golpe que su padre le había dado el mismo día que se enteró que no tenía don.

Dentro del Boar Hat se encontraban Elizabeth, Merlin y Meliodas viendo al niño sentado sin hacer nada. Esto era triste, un niño de 5 años estaba sufriendo algo que nadie debía experimentar.

Meliodas: Voy a hablar con él. —Las mujeres aprobaron la idea de Meliodas, viendo como su capitán y marido abrían la puerta de la taberna, caminando hacia Izuku.— ¿Puedo? —La voz de Meliodas hizo que Izuku lo mirase con sorpresa. El pecado de la ira miraba al niño con una pequeña sonrisa. El pecoso no dijo ninguna palabra, simplemente retorno su mirada a la gran ciudad.— ¿Ahí es donde vivías? —Un pequeño asentimiento por parte del niño fue la única respuesta.— ¿Ahora qué piensas hacer? —El sonido de la brisa fue el único sonido que se escuchaba.— Me lo suponía... —Puso su brazo por detrás de su cuello desenfundando la espada demonio Lostvayne, su tesoro sagrado.— Vamos a probar algo. —Izuku miró confundido al rubio, quien le ofreció la espada.— Tómala. —A pesar que Meliodas se la ofreció voluntariamente Izuku se negó sin decir una palabra.— Vamos, no pasa nada. —El corazón de Izuku empezaba a latir a una velocidad algo insana, además de tener algunos pensamientos negativos hacia su salvador, teniendo una reacción agresiva.

Izuku: ¡Déjame en paz! —Con lágrimas en sus ojos se levantó del suelo comenzando a correr hacía el bosque, dejando a un Meliodas que dio un gran suspiro a la vez que se levantaba. Por algunos motivos sabía que esto podría llegar a pasar.

Meliodas: No te recomiendo seguir corriendo por esa dirección. —Izuku se había detenido al escuchar la voz de Meliodas, alzando la cabeza viendo a susodicho tumbado en la rama de un árbol, comiendo una manzana.

Izuku: ¡Te he dicho que me dejes! —Nuevamente salió corriendo, ignorando las advertencias de Meliodas. Los segundos pasaron y Izuku continuaba corriendo sin cesar... o eso sería de no ser porque no vio como se acercaba rápidamente a un precipicio.

Meliodas: Deja de correr niño. —Al girar la cabeza, Izuku pudo ver a Meliodas corriendo como si nada a su lado.— Te estás acercando a un precipicio, así que será mejor que te detengas. —Izuku hizo oídos sordos y continuó corriendo, pero antes de que se cayese por el precipicio Meliodas lo cargó en su hombro.— Muy bien pequeño Izuku, volvamos al Boar Hat y espero que no te vuelvas a escapar de ese modo. —La respuesta de Izuku fue seguir llorando. Estuvieron caminando por 1 o 2 minutos hasta que Meliodas se detuvo, dejando en el suelo a Izuku.— Bien... vamos a hablar seriamente. —En ese punto Izuku ya no lloraba, si no que estaba enfadado o más bien dicho furioso.

Izuku: ¡¿Por qué?! ¿¡Porque no me dejaste caer!? —La mirada tranquila de Meliodas cambió a una seria.— ¡No debería vivir! ¡Soy una basura de la humanidad! ¡Un sin don como yo no debería vivir! —Antes de que siguiese, Meliodas desenfundo su espada y apuntó a la cabeza del niño asustándolo mucho.

El Poder De Los PecadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora