Hay personas que no marcan el curso de tu vida como otras. Siempre se logra aprender algo de ellas, siempre nos quedamos con algo de esa persona. Se puede decir que, prácticamente, nuestra formación ética y moral está más arraigada con el criterio propio y con lo que creas necesario guardar de esa persona para la supervivencia de una vida. Siento que la vida se vuelve un ciclo infinito, tarda tanto en pasar tan rápido, pero en realidad, pasa tan rápido cuando crees que ha tardado tanto. No te da ni tiempo. Fue una grata sorpresa, la vida siempre te envía regalos. Regalos que llegan en el momento más oportuno, ni más ni menos. Sólo en el momento que es justo. Sepamos reconocerlos. Tenía tiempo sin ver ese rostro que en algún momento me colmo de mucha alegría, con todo y lo frío, lo amargado, lo pedante, pero sobre todo, lo sarcástico. Él no era de dar muchos abrazos, pero daba los necesarios. Él no era de demostrar sus emociones o sentimientos, era muy cauteloso. Él era de poco hablar, pero cuando lo hacía se notaba cuan calculada eran cada una de sus palabras. Él era Min YoonGi, mejor conocido como Suga. Nunca entenderé el porqué de aquél apodo tan absurdo, él no era dulce y tampoco era del agrado de todos. Entonces, comprendí. El azúcar era necesaria para todos, así como su dosis de cinismo y realidad; el azúcar para los diabéticos es mortal si no se controla, así como él y su peculiar forma de dar amor. Min YoonGi, se conocía exactamente por dos cosas. La primera, era él sin importar qué. Y la segunda, él sabía con quién ser dulce.
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