muchas veces se dice que los amores infantiles o adolescentes no tienen ningún futuro, y que estos son solamente fruto de la inexperiencia de sus protagonistas y menos aun se toman en cuenta cuando ambos son un par de pequeños niños. Sin embargo ya fuese a causa del destino o del hilo rojo que la tradición oriental narra, cuando el pequeño Yuuri Katsuki de seis años conoce a Víctor Nikiforov, siente como ese niño extranjero ejerce una extraña fascinación en él. No sabe si es por sus hermosos ojos del color del mar de su natal Hasetsu o es por su cabello que parecían delgados hilos de plata a la luz de la luna de otoño, eso lo ignoraba. Pero era un hecho que jamás en su corta vida tuvo la misma sensación de asombro pues el infante le recordaba a los hermosos ángeles de las estampas religiosas que su abuela cristiana coleccionaba. Si bien era cierto que aquel pequeño ángel hablaba una lengua extraña eso no fue obstáculo para que en un feliz dia de campo organizado por la compañía donde sus respectivos padres trabajaban, les uniera el juego que es el lenguaje universal de los niños. Tampoco había sentido nunca la calidez de esa mano que lo tomó con amabilidad cuando una mujer pidió que los niños hicieran una fila para recibir una colorida rebanada de pastel, ni el consuelo cuando accidentalmente la dejó caer y el pequeño de inmediato le dio la suya sin ningún titubeo. Pero el destino les deparaba que se tendrían que separar. ¿Por cuanto tiempo? ¿6,7 ó 8 años quizás? Nadie lo sabía, pero lo que si era seguro es que se volverían a encontrar.
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