sentimientos

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-¡Yuuri! Deja de ver hacia la calle y sube esa maleta.- se quejó Hiroko al ver como su hijo tenía la vista fija en la puerta de entrada al onsen.

-Llegará a la hora convenida, no te preocupes.- añadió Toshiya.

-Tienen razón, mientras tanto iré por mi maleta.- el adolescente entró a la casa mientras sus padres siguieron subiendo las maletas a una cómoda camioneta ya que se disponían a salir a un viaje de cinco dias a la isla Himejima.

-Sabes mujer, a veces me pregunto que tipo de relación tienen esos chicos. Yo cuando era adolescente tuve muchos amigos pero jamás me aferré tanto a uno como Yuuri lo está con Víctor.

-Yo también lo he pensado, ni siquiera a Pichit al que conoce desde hace tanto tiempo lo ha extrañado mucho aunque se haya mudado a otra ciudad.-

-Recuerda cuando los Nikiforov se marcharon, Yuuri estaba realmente desesperado por ese niño.- añadió Toshiya.

En ese momento un auto negro entró al onsen, era Víctor acompañado de su padre Ivan, el adolescente bajó rápidamente y sacó una maleta de tamaño mediano.

- Buenos dias.- saludaron los Katsuki.

-Buenos dias respondieron ambos Nikiforov.

-¿Donde está Yuuri?.- preguntó Víctor.

-En su habitación, seguramente sentado sobre la maleta luchando por cerrarla, siempre le pasa lo mismo por tantas cosas que lleva.- contestó Toshiya riendo.

-Te llamaré cuando llegue.- le dijo el ruso a su padre.

-De acuerdo, y promete que no les darás problemas a los padres de yuuri.- añadió Iván.

-claro que si, por ahora iré a ayudarle con su maleta.- Víctor echó a correr alegremente al interior de la casa.

-Le agradecemos que le haya permitido a Víctor acompañarnos. Le prometemos que cuidaremos bien de él.-

-De eso estoy seguro señora Katsuki, además yo también planeo salir este fin de semana a Nagasaki con una amiga, así que resultó perfecto para todos.-

-Esperamos estar aquí el miércoles en la tarde.- añadió Toshiya.

-Gracias, en cuanto lleguen me avisan para venir por él.-

-Si usted quiere podemos dejarlo en su casa.- siguió diciendo el japonés.

-No se moleste, yo vendré a recogerlo.-

-Como usted guste.- respondieron los Katsuki.

Unos minutos después Víctor y Yuuri ocupaban los asientos traseros de la nueva camioneta de la familia, eran apenas las siete de la mañana pero debían estar a las siete y media en el muelle para tomar el ferry que los llevaría a la isla Himejima. En cuanto llegaron Toshiya metió el auto a la zona asignada mientras Hiroko y los chicos se dirigieron al comedor donde un llamativo desayuno los esperaba.
El viaje transcurrió tranquilamente, la familia pasó todo el tiempo en la cubierta contemplando los pequeños islotes poblados por ruidosas gaviotas y cuervos marinos. Cerca de las diez finalmente divisaron la isla Himejima, esta se encontraba poco habitada ya que sólo contaba con un par de pueblos de pescadores, sin embargo era muy visitada por los amantes de la naturaleza debido a sus bellas playas y sus tranquilos bosques de abedules, ideales para hacer picnics, sin contar con los numerosos peregrinos que visitaban el templo sintoísta ubicado en la parte más alta de la isla, eso lo convertía en un lugar paradisíaco en el cuál pasarían cinco días ya que afortunadamente aparte de que era fin de semana, se acercaban un par de días festivos por lo cual los chicos no tenían clases.

Las flores del cerezo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora