Una nueva vida

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Cuando Víctor y su padre bajaron del avión cerca de las diez de la noche sintieron un gran alivio ya que el viaje había sido extenuante debido a las numerosas escalas lo cual era lógico en un vuelo económico. Al salir de migración y después de recoger su equipaje se encaminaron al estacionamiento donde ya los esperaba Mijaíl Ustinov el cuñado de Iván.

-¡cuanto tiempo sin vernos!.- saludó el hombre de cabello castaño, ojos verdes, con una gran barriga y una risa escandalosa.

-Afortunadamente bastante tiempo.- respondió Iván más en serio que en broma.

-Tú nunca cambias.- Mijail comenzó a reír aunque era notorio que debajo de esa aparente simpatía los dos hombres sentían una profunda aversión mutua. Y no era para menos, cuando Helena la hermana de Iván se casó con aquel sujeto comenzaron los problemas ya que solía golpearla aunque como muchas mujeres que pierden el amor propio Helena en vez de separarse de él empezó a alejarse de su familia bajo el pretexto de que rechazaban a su esposo a pesar de que Iván en una ocasión en su afán de defender a su hermana se involucró en una aparatosa pelea con su cuñado.- ¡Pero cómo has crecido!.- dijo dirigiéndose a Víctor.- la última vez que te vi eras un chico flacucho seguramente debido a que sólo patinabas, ahora en cambio juegas basquetbol. Claro, para hacer músculos no hay como el fútbol americano, ese si es un deporte para hombres.-

-En realidad sigo practicando el patinaje además de que en Japón iba a un grupo de danza. - respondió el adolescente dispuesto a llevarle la contraria a aquel desagradable sujeto.

-¿¡Danza!?.- exclamó con rechazo el tipo.

-Vayamos a casa.- interrumpió Iván.

Subieron a una vieja camioneta que rápidamente emprendió la marcha, durante el camino Víctor veía a través del empañado vidrio desde su asiento trasero las solitarias calles de Moscú que se encontraban cubiertas de una gruesa capa de nieve, sentía como si acabara de llegar a otro mundo. Tomó su teléfono para enviarle un mensaje a su novio avisandole que ya estaba a punto de llegar a casa de sus abuelos, apenas había guardado su móvil en su bolsillo cuando el viejo auto se detuvo frente a una casa de dos plantas rodeada de un descuidado jardín cubierto de nieve donde sólo un roble lo habitaba. El adolescente al bajar dio un rápido vistazo a la lúgubre construcción que a partir de ese momento sería su nuevo hogar, alzó la vista hacia una lámpara en cuya mortecina luz se reflejaban los copos de la nieve que caía sin cesar haciendo que una sensación de vacio se apoderara más aun de su corazón.

-¡Al fin llegaron!- en ese momento una mujer de poco más de cuarenta años salió de la casa, era Helena la hermana de Iván.

-¡Pero en que chico tan guapo te has convertido!.- se dirigió a Víctor- Por supuesto que esto es porque te pareces a mí hermano y no a esa horrible mujer.-

-Mí madre no es horrible.- respondió rápidamente bastante dolido de que se expresaran de su madre así.

-Bueno, eso lo dices por....-

-Basta Helena.- la interrumpió Iván.

-calla mujer, es lógico que el chico la defienda, después de todo es su madre.- añadió Ustinov.

-Dejemos eso y mejor entremos.- Iván le indicó a su hijo que tomara su maleta y entrara a la casa.

Al adolescente le pareció como si hubiese viajado al pasado cuando se internó al vestíbulo que les dio la bienvenida con su antiguo mobiliario de la época soviética en combinación con los muros cubiertos de un viejo papel tapiz de color crema y un piso de madera en tonos oscuros que daba un aspecto lúgubre al lugar. Apenas recorrió unos metros cuando se topó con una angosta escalera que conducía a la planta alta a la cual subieron de inmediato, el ruso caminó por un pasillo hasta donde un aroma a medicamentos le llamó la atención.

Las flores del cerezo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora