El ascenso del espíritu azul I

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Bandidos, bandidos y más bandidos; eso era lo único con lo que lidiaba el “espiritu azul”, se las arregló para comprar otra máscara de su icónico personaje.

Una semana después de su encuentro con los siete bandidos, encontró un pueblo nuevo no muy lejos de donde los dejo atados, resolvió que debía establecerse, momentáneamente; al menos hasta tener en mente algo más que simplemente lidiar con ladrones de quinta. Pero ya habían transcurrido casi cinco días y solo trataba con bandidos en los caminos.

No lo admitiría ante nadie, bueno tal vez solo a su tío, pero realmente extrañaba sus comidas; él no sabía nada sobre cocina, apenas y podía comer algo diferente de frutas y verduras crudas, y tal vez carne cocida cuando alcanzaba el dinero de los bandidos alcanzaba. Ahora un estruendoso temblor sacudió la posada donde estaba reposando, lo que lo llevó a la ventana de la posada, desde la cual divisó un grupo de hombres armados a la entrada del pueblo; por sus movimientos y gestos se les notaba enfado y que estaban lanzando amenazas, pero tendría que salir para tener una idea clara de lo que sucedía con esos hombres.

Y no tenía un buen presentimiento.

Pero al llegar a la puerta de la posada, un par de brazos lo sujetaron, con poca fuerza, pero con un rastro de preocupación y advertencia —por favor, no salga esos hombres son muy peligrosos, pueden hacerle mucho daño— exclamó la anciana dueña de la posada, con una pequeña que sujetaba sus ropas y apenas mostraba algo de su rostro —¿sabe quiénes son, o porqué están aquí?— respondió el muchacho que había vuelto a ser Lee —es la cabeza de una organización criminal que se ha adueñado de cinco aldeas en esta parte del reino tierra, todos aquí les rendimos impuestos y seguimos sus órdenes— —Perdone, pero alguien debe hacer algo— y sin ejercer mucha fuerza o esfuerzo, se zafó de los brazos de la anciana y se encaminó al encuentro de esos criminales.

—¡¿Qué es lo que quieren aquí?!— exigió Zuko de brazos cruzados frente de ellos —como vives aquí, esto te concierne ¡Y a todos ustedes!— grito uno de los hombres presentes hacia todas las casas cercanas —un demente con máscara, está maltratando a mis muchachos y entrometiéndose con mis negocios... ¡¡Y NADIE, SE METE CON MIS NEGOCIOS!! estas son mis tierras, y las dirijo como a mi me plazca— replicó elevando la voz gradualmente demostrado su descontento.

—Estas tierras le pertenecen solo a su gente, y ustedes no tienen derecho a controlarlos— replicó con mirada inquisitiva —miren muchachos, un pobre tonto que pretende ser héroe, para tu buena suerte estamos de humor para dejar pasar a locos— se mofó el sujeto con el puño sobre el pomo de la espada en su cintura —pero yo que tú cuídate, porque tal vez la próxima no estemos de tan buen humor— y sin mas el séquito de siete hombres dejo la aldea.

—Estas loco o que te pasa— reprendió un anciano que trabajosamente se aproximó al joven con su bastón en mano seguido por demás habitantes de la villa, algunos molestos, otros más dubitativos, y demás expresiones—Depende de su definición de loco— contesto casi insolente al anciano —comprometiste años de convivencia con ellos, bastaba con pagarles un par de monedas a esos bandidos para que nos dejarán en paz— se detuvo un momento a recuperar el aliento, tomo un momento y después continuo su reprimenda —ahora las cosas solo serán peor, ellos van a...—

—esa no es forma de vivir, si no van a hacer nada, entonces yo lo haré; pero si les hace sentir mejor, voy a arreglar las cosas— sin mas, se dio la vuelta para internarse en el bosque tenía mucho por hacer, y tenía  que estar preparado.

Yo haré mi caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora