⊰CAPÍTULO 9⊱

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Parpadeé varias veces, intentando concentrarme en lo que ocurría en el hora y no en el mareo del cansancio. Escuchar la conversación de mi abuela y la tía Sofie era difícil, mucho más cuando ambas se encerraron en la habitación de invitados para seguirla cuando sospecharon que estaba escuchando.

El que estuviesen hablando a escondidas de mi hermano no me daba buena espina. ¿Estaba él realmente en la universidad? O... ¿estaba desaparecido?

Esa idea nunca cruzó por mi cabeza, no hasta que escaparon de la imprudente voz de la tía Sofie. Se me detuvo el corazón cuando lo imaginé, perdido, secuestrado o muerte.

Las pesadillas por las muertes de mis padres y de Gregori ya consumían mis fuerzas, no quería pasar por el gran dolor de la muerte de mi hermano.

Volví a mi habitación rendida, con el humor por el suelo y con ese mal presentimiento instalado en mis entrañas. Algo me malo ocurría, una pieza había sido movida de forma equivocada. Pero, ¿qué?

Entré a mi habitación, dejando la puerta abierta. La abuela Penny dormía justo al lado de mi, desde que aquella cosa aparecía en mis pesadillas, aquel horrífico hombre que siempre se instalaba detrás de mi espalda.

Me perseguía hasta despierta, algo me lo decía.

PJ se había ido hace pocos minutos, justo antes de darme cuenta de lo que hablaban mis familiares. La preocupación en él era peor a la de mi abuela y tía juntas, busca estar cerca todo el tiempo pero siempre lo devolvía. Me taladraba en la cabeza el que las personas pensaran mal de mi solo por estar con él de aquella extraña forma después de perder a mis padres.

Odiaba dormir con blue jeans puestos, sentía que me apretaban todo el cuerpo y me lastimaban mi zona V, pero el terror de que algo me saliera del closet como en la película de Mamá me daba terror. Iba a esperar a que mi abuela ya estuviese en su habitación, era mejor que el que estuviese en la primer piso.

Me tiré en la cama, con la boca estampada a la almohada y aquel horrendo peso instalado en mis hombros. ¿Qué estarían hablando aquellas mujeres?

Bufé, un pelo metiéndose en mi boca sin querer. Comencé a quitarlo asqueada, aunque fue mío, se sentía como si tuviese liendras en él.

Lo observé con asco al sacarlo, siendo dos, y no solo uno, aunque de un extraño color cobrizo que se lograba distinguir a la perfección entre las nuevas sábanas blancas de mi cama.

—Mis disculpas, no era mi intención. —Todo mi cuerpo se paralizó hasta en lugares que solo pasaban con los hombres.

Decir que mi corazón dejó de latir sería mentira, se sentía como si me lo hubiesen arrancado y que de alguna forma yo hubiese sentido cada pedazo de lo ocurrido: desde las garras calando en mi interior, hasta estas tocando mi esternón y luego estrujando mi músculo.

¿La reacción usual de una persona es girar a encontrar a su visitante? Seguramente sí, pero mi cuerpo reaccionó diferente. Me pegué completamente a la cama, intentando convencerme a mi misma y al intruso que yo solo era parte de la decoración. Espero que tome mi trasero y pechos como dos almohadas más, pero que ni se le ocurra acostarse por pensar que soy cómoda.

Contuve la respiración, casi hasta logrando bajar mi ritmo cardiaco.

—¿Qué haces? —contuve con mucho éxito mi gemido, quería largarme a llorar y al mismo tiempo golpearme por ser tan idiota.

Tenía más pelos en la boca, pero no me moví para quitarlos, mucho menos cuando lo escuché acercarse.

Dios, si existes, por favor sálvame de esto.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora