La chica soltó una gran carcajada, doblándose sobre su estómago, sus pechos quedando a la vista de ambos. Reaccioné al instante, girando mi cabeza en otra dirección para no ver nada inapropiado. Mis mejillas estaban calientes, la vergüenza picando por dentro.
Casi era como una burla. Esta mujer arrasaba con su belleza, Sev apenas y le había quitado un ojo y, ¿cómo no? Tenía un vestido fucsia de terciopelo con estampado de tigre que apenas cubría su exuberante trasero, su cabello caía en suaves ondas, tan largo que pasaba sus nalgas. Y su olor, Dios mío, era la perfecta combinación de vainilla y limón, exótico y dulce.
Y yo, yo parecía una mala broma. Mi pijama constituía en un grueso pantalón negro con una camisa de tirantes con un estúpido dibujo de cangrejo. Mi cabello parecía una esponja aunque estuviese trenzado, con ojeras que llegaban a mi quijada, pestañas cortas y, apestando a sudor.
Bien, ahora estaba deprimida.
—Pensé que era a los demonios a quien no se debían escuchar, no a un ángel. —se burló apenas su risa acabó.
Sev no cambió su expresión con ceño fruncido y labios apretados. Ella sonrió de lado. Caminó como perro por su casa hasta sentarse en el sillón frente a nosotros, aquel que tapaba la vista de la chimenea.
—Vine a ver cómo te encontrabas, dulzura. —Su voz era un suave terciopelo. Sensual, dulce y demasiado ardiente.
Apreté más la cobija alrededor de mi cuerpo, al menos así ella no vería lo poco favorecida que estaba.
—Lárgate. —El tono de Sev no me sorprendió, lo que llamó mi atención fue el hecho de que estuviese tan alerta.
Ella volvió a sonreír de lado. Ella y Rahmij podrían conjugar bien.
—Me pasé un poco con la neblina, así que vine a ver si estabas bien.
La miré directamente, interesada. Así que ella había sido la responsable de la neblina. Pero, ¿por qué su tono me sonaba tan sospechoso?
—Estoy bien. Lárgate.
Ella cruzó sus brazos, su pecho subiendo. Arqueé mis cejas. Ya entendía lo que sucedía ahí, posiblemente a veces era un poco inocente, pero no estúpida.
Estaba seduciendo a Sev, quizás, por eso había venido.
—No seas agua fiestas. —murmuró gruñona. —Mejor, ¿por qué no me presentas a estas linda criatura?
Salté al instante. ¿Ahora venía por mi? Mi cuerpo activó cada alarma, casi poniendo las manos en garras por si ella intentaba acercarse, aunque, si ella había causado esa neblina, ¿qué otros poderes tendría? Ahí yo estaba con todas las de perder.
—Ella no es...
—No. —interrumpió Sev, incluso levantándose y tomando una firme posición. —Lárgate.
Ella me observó con una perversa sonrisa decorando sus labios. Parecía la perfecta invitación a los problemas, al caos, por mucho que fuera un ángel.
—¿Pero que te tiene tan crispado, gatito? —Ella también se levantó, sin dejar sus movimientos llenos de gracia y seducción. Caminó al rededor de Sev, hasta tomar asiento en su viejo puesto, a mi lado. —Antes nos divertíamos mucho. —hizo un puchero. —Ahora estás todo aburrido y gruñón.
Vaya favor el que le debían.
Arqueé las cejas en dirección a Sev, una clara insinuación de que sabía de esos juegos sucios que estaban jugando.
No quería ser parte de sus cosas, estar en el medio de este extraño par. Estaba claro que ellos dos habían tenido algo, quién sabe cuándo, pero eso no interesaba. Ella estaba ahí con la intención de recuperar a su macho, se le veía en sus movimientos, seguros y decididos.
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Pacto con el diablo
Fiction généraleAmelee toda su vida tuvo problemas con sus padres, peleas, gritos, abusos, amenazas. Ella ya estaba cansada, solo quería salir de ese terrible mundo del que estaba enfrascada, pero no sabía exactamente quién estaba escuchando sus plegarias. Cuando e...