⊰CAPÍTULO 23⊱

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Sev me devolvió en una pieza aquel día, mis botas de caucho creando un desastre en el piso de mi habitación. Mis ropas estaban sucias y Iliana musgo. Mi tía y abuela seguían en su platica y mi hermano seguía desaparecido, nada había cambiado, se sintió como si solo hubiese estado pocos minutos fuera, cuando realmente fueron horas.

Ninguno de los dos dijo nada después de llegar a mi cuarto, yo sabía que él se iría tan rápido como me dejara y yo tenía que ponerme a la obra con mis notas, descubrir y crear teorías.

Me sentí un poco mareada cuando su mano se acercó a mi cuerpo, un pequeño cuaderno en ellas, luciendo delicado y más pequeño de lo que realmente era. Ya había visto ese libro antes, era el poemario con el que PJ enloqueció. Ahora entendía por qué.

—Léelo. —Fue todo lo que dijo.

—¿Qué es? —Y por supuesto no pude evitar preguntar.

—Era el libro favorito de Sarah. —admitió sin ningún pelo en la lengua, como si lo hubiese dicho tantas veces que ya no le dolía en absoluto. —El día que desapareció se le cayó. Es lo último que quedó de ella.

Abrí al instante el libro, consiguiendo viejas páginas perfectamente conservadas. Se veía que era bastante viejo el libro, pero seguía manteniendo la calidad de uno nuevo. No había nada extraño en el libro, las letras habían sido escritas con una imprenta, de aquellas placas de metal antiguas como las que se usaban en el siglo XVIII. No había nada agregado, ni siquiera se habían doblado las páginas para marcarlas, como yo solía hacer. Nada, ni siquiera comentarios o stickers.

Para cuando levanté la vista, Sev ya no estaba. Volví a estar sola ahí, con los hombros temblando por los recuerdos, mi cuello picando por el recuerdo de la nariz de Sev repasando mis venas hasta llegar a mi oreja.

Al día siguiente fui a la estación de policías. Aquella detective pelirroja se había ofrecido en enseñarme el video del hospital, sabía que no le agradaba y buscaba debilitar cualquier parte de mi. Podía ser una mala idea, pero necesitaba ver con mis propios ojos qué ocurrió realmente ese día.

Cada persona que pasaba a mi lado me miraba con la cejas fruncidas y grandes muecas poco disimuladas. Sabía de lo qué decían de mi en el pueblo, la abuela y mi tía intentaron que no me diera cuenta, de igual forma PJ, incluso Tianna, Henry y Sarah Park. Todos hicieron lo posible para que no supiera de los rumores y cosas que decían en el pueblo, pero mi hermano buscaba destrozarme, y lo hacía mucho mejor que Sev.

Respiré hondo. No dejaría que eso me molestara, no hoy. Necesitaba respuestas, necesitaba deshacerme de toda esta locura que tenía en mi vida, el que Sev desapareciera y nunca más me volviese a molestar. Incluso intentaría pedirle que me borre la memoria, si es que podía.

—Buenas tardes, puedo ver a la detective Joy. —Utilicé mi tono más dulce y bajo que tenía, ese que irritaba a mi papá porque decía que intentaba hacerme la inocente cuando realmente no lo era.

La recepcionista me miró de pies a cabeza, descarada. Ella sabía quién era yo, y yo sabía quién era ella, varias veces la había visto en el pueblo, a veces con su compañero en la patrulla, otras veces de civil.

—Por supuesto. —Me dio la sonrisa más falsa de toda mi vida, y eso contando las de la pelirroja. —Su oficina es la del final del pasillo a la izquierda.

Asentí, regalándole una sonrisa igual de falsa.

El lugar estaba plagado de policías, así como personas discutiendo por teléfono con abogados, familia o los propios presos que retenían en las cárceles ahí. Era todo un desastre de café y papel volando por todos lados, varios policías sentados en escritorio hablando por teléfono o anotando algo. Pero mi destino era al final, con la puerta de color plomo y una cerradura dañada.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora