La moral la tenía por el suelo, pero eso no desaparecía ninguna de mis tareas o el trabajo de historia que tenía. Tomé mis útiles escolares, lo necesario y vital, así como las galletas de mantequilla que la abuela había hecho y corría a la biblioteca. Mi paraguas estaba encajado en uno de los bolsillos externos de mi mochila, porque para como se veía el cielo, lo más probable es que en cualquier momento comenzara a llover.
La biblioteca estaba como siempre, en las penumbras con adolescentes que no conocían otro lugar para tirar un rato que no fuera la sección de matemáticas. Daniela estaba arreglando la sección de ciencias políticas cuando entré, con un carrito de metal lleno de diferentes colores, grosores y tamaños.
Le hablé sobre mi proyecto y lo importante que era, y en menos de tres segundos ya tenía los títulos de libros necesarios, así como una adicional, uno donde hablaban de la mitología griega.
Era una buena alumna en biología, química y física, pero historia universal y yo no lográbamos encajar en una oración.
Tomé asiento al fondo de la sección de historia, haciendo el mayor ruido posible para que no llegara ninguna pareja a crear bebés ahí. Saqué mis cuadernos, mi lapicero y un pequeño cuaderno de notas.
Abrí la primera enciclopedia, tan grande y pesada que podría volver puré mi cabeza en segundos. Según Daniela, lo necesitaba estaba en la página 337 y 398. Casi le pido que me muestre las fichas que tenían, pero sabía que eso no me brindaría la información completa, solo un resumen de ella.
Comencé a leer lo que decía en las primeras líneas, presionando a cada rato la cabeza del bolígrafo en un tic ansioso. Mientras iba leyendo, anotaba lo principal en características en mi cuaderno de notas. Pasé la página amarilla cuando se me acabó el espacio, encontrándome con una caligrafía que sabía no era mía. Se apreciaba perfecta, como si tuviesen toda una eternidad perfeccionándola hasta dar con un ejemplo perfecto se Serif.
"Para cuando vuelvas a casa, tu proyecto estará listo en tu cama. Enfócate en recordar dónde está Sarah" rezaba la nota.
Sev. Por supuesto que era él, quién más si no, ¿Tianna, tal vez?
Ignoré la nota, arrancándola del cuadernillo y siguiendo con mis notas. Volví a pasar la hoja y otra nota estaba ahí.
"Te di una orden, niña".
La volví a arrancar.
Pasé la página en la enciclopedia, justo al lugar donde había dicho Daniela, más todo ahí estaba en blanco, como si se les hubiese olvidado aquella parte. Pero dos segundos más tarde, otra nota apareció, con la misma caligrafía.
"He dicho basta".
—Bastardo. —susurré.
"Te puedo escuchar, niña" apareció otra nota en el libro, reemplazando la anterior.
Cerré el libro con las mejillas ardiendo en vergüenza, de la misma forma que mi cuadernillo de notas.
—¿Quién es un bastardo? —cuestionó Daniela, después de lanzar un libro sobre mi mesa, tan grueso y pesado como la biblia que estaba leyendo segundos atrás.
Solté un grito que asustó a varios de los que estaban cerca, así como a la propia Daniela. Cubrí mi boca, con el rubor subiendo desde mi cuello y desapareciendo en las raíces de mi cabello.
—¿Niña, qué problema tienes? —murmuró Daniela con una mano sobre su pecho, justo donde debía estar su corazón.
—¡Me asustaste! —me defendí, yo también con una mano en mi pecho.
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Pacto con el diablo
Ficción GeneralAmelee toda su vida tuvo problemas con sus padres, peleas, gritos, abusos, amenazas. Ella ya estaba cansada, solo quería salir de ese terrible mundo del que estaba enfrascada, pero no sabía exactamente quién estaba escuchando sus plegarias. Cuando e...