El camino al pasillo de arte e historia fue un desplazamiento interesante. Habían más adolescentes de los que supo se habrían en este lugar, muchos de ellos dándose demasiado cariño en las zonas oscuras. Después de la segunda pareja dejé de ir a inspeccionar aquellos ruidos extraños de animal, ya saben, no todo siempre es un hombre buenísimo con su mascota canibal en la vida.
En la zona de arte e historia realmente era la sección de arte enfrentada a la de historia, en el tercer piso del edificio. Aquí la luz era menos artificial que en los dos primos pisos, con los ventanales tragando la luz del día, proyectándola en diferentes colores sobre las superficies que alcanzara.
Me adentré más entre las largas columnas de muebles de caoba abarrotados de libros, cada pequeño pedazo más lleno de polvo. Mi nariz picaba, más por ese olor a limón que llenaba el ambiente. ¿Acaso Daniela había echado Lysol? Esos olores no los soportaba.
Estuve a punto de doblar a la derecha para ir a la sección de arte romántico cuando escuché los murmullos. En la biblioteca eran usuales escucharlos, así como otras cosas inusuales, pero Daniela ya me había dicho varias veces que era mejor ignorarlos, aunque los últimos encuentros no lograban detener mi curiosidad.
Ahí el olor a limón se intensificó. Creo que el libro que Daniela tenía en sus manos era de historia, lo cual tule daría sentido a ese molesto olor y al que supiese la ubicación de PJ. Moví unos libros, intentando ver al otro pasillo, más solo me recibieron otros libros.
Fruncí las cejas. Moví otros libros, estando segura que de ese lado venían los murmullos. Bingo. La espalda de lo que supuse era un chico —por su grosor— me recibió; el olor a limón se intensificó hasta el punto de darme alergia, peor que un ataque por inspirar polvo.
—¡Ya te lo dije! ¡Él reveló demasiada información!
Cubrí mi nariz al instante en que distinguí su voz. Ese era PJ. Estaba por estornudar, pero aquella palabras fueron lo suficientemente fuertes para que todo mi cuerpo reaccionara y tragara el estornudo.
—Y ¿qué ha dicho ella? —preguntó el hombre de espaldas. PJ debía estar frente a él, mientras que el amigo era quien me daba la espalda.
—Nada. —suspiró. —No la he visto desde ese día.
Hubo una pausa en donde temí que me hubiesen descubierto. Pero no, el extraño —que no reconocí de ninguno de los amigos de PJ— volvió a hablar.
—Tienes que hacerle creer que fue un sueño. —¿Por qué siento que hablan de mi?
—Max me dijo lo mismo, JJ, pero ¿qué pasa si Gul vuelve a tomarla? ¿Cómo finjo que es otro sueño? ¡Ella no es tonta, en cualquier momento se dará cuenta!
—Entonces hay que evitar que Gul vuelva a llevársela.
—JJ pareciera que no escuchaste nada de lo que dije. —Su tono de voz cambió a uno desesperado. —Gul está exasperado, dentro de dos meses se cumple la fecha de Sarah y Amelee es la única persona viva que sabe dónde está.
Salté de mi puesto, casi chocando contra el otro estante. Agradecí que en esos momentos una chica llegara a su clímax no muy lejos de nuestra posición como para amortiguar mi ruido.
—Gul no puede ir con Sarah y, no puede tener a Amelee. —sentenció el tal JJ. —Seguiré intentando dar con el bastardo de Rah, así paramos los asesinatos. Pero PJ, por favor, no permitas que Gul la vuelva a atrapar.
Los libros en el estando detrás de mi se movieron, en un susurro callado por los gemidos cercanos, pero lo suficientemente para casi sacar mi corazón de su lugar.
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Pacto con el diablo
Ficción GeneralAmelee toda su vida tuvo problemas con sus padres, peleas, gritos, abusos, amenazas. Ella ya estaba cansada, solo quería salir de ese terrible mundo del que estaba enfrascada, pero no sabía exactamente quién estaba escuchando sus plegarias. Cuando e...