⊰CAPÍTULO 21⊱

835 104 4
                                    

Tomé mis notas, releyendo de nuevo lo que tenía escrito en ella, cada cosa que sabía hasta ese momento estaba ahí plasmado, desde la primera aparición de los hermanos, la cosa rara de mis sueños; cada recuerdo de Sarah y Sev, lo que ellos me habían dicho y lo que suponía. Mi esquema estaba un poco loco, con tantas flechas corriendo de lado a lado en la hoja que se enredaban con otra. Pero todas llegaban a la pregunta principal: ¿por qué desapareció?

Si lograba encontrar la respuesta, la encontraría a ella.

Varias veces pensé en ello, en encontrarla. Habían pasado al rededor de unos sesenta y tantos de años desde su desaparición, las probabilidades de que estuviese viva estaban bastante reducidas, así que, ¿qué pasaría si ella está muerta? ¿Qué haría Sev?

Mi parte de este extraño trato era conseguirla, nunca dijeron de forma explícita que debía estar viva. Además, esa ya no era mi responsabilidad, si ella estaba muerta no sería mi culpa.

PJ vino a mi casa a dejar un pastel que su mamá hizo para mi tía, quedándose a asegurarse que siguiera viva y completa, además de una supuesta inspección a toda la casa. Era divertido que bajó sus propias narices los hermanos se aparecieran y él no lo supiera, tal vez tenía que ver con el hecho de que no había sido completamente entrenado.

La tía Sofie en esos momentos estaba en una larga conversación con la abuela en la sala, en donde ocasionalmente debía asegurarme que ninguna se asesinara entre ellas. Mi hermano llevaba fuera todo el día, desde muy temprano había abandonado la casa y nadie sabía dónde estaba. Cada día era peor, la forma en que me miraba, actuaba conmigo o cualquier cosa, me hacía sentir la persona más odiada del mundo, solo ayudándome a hundirme en un profundo hoyo.

Mi estrés a ese punto me tenía con una gran migraña, pero debía comenzar con esta investigación, conseguir algo que me ayudara a saber dónde estaba, del por qué se fue.

Miré de nuevo el papel frente a mi. Sarah se suponía que debía verse con Sev, tal vez acordaron verse en aquel lugar para algo, ¿qué sería eso?

Después, ella atravesó dos arboles y desapareció. La vio Sev. Ella desapareció. Energía. Giré la cabeza a mi ventana. El clima cambió de forma radical, todo un giro. Las gotas de lluvia comenzaron a golpearla sin piedad, tan fuerte que por un instante pensé que iba a romper el vidrio.

Energía. ¿Por qué debía sentir su energía? En lo único que era buena era con los olores y, eso gracias a ser sensible a ellos.

Volví a mirar las gotas caer. Me levanté de la cama, un salto similar al de una libre. Llegué al closet con mis saltos torpes, tomé una chaqueta y busqué las botas de caucho. Mi cabeza solo repetía una y otra vez la misma palabra sin saber si realmente me iba a servir.

El ambiente en mi habitación se volvió helado, como si una fuerte masa hubiese caído sobre ella. Sev me miraba con el ceño fruncido, sin terminar de entender por qué daba saltos para ponerme las botas o la razón del por qué lo estuve llamando.

—¿Me puedes llevar a la cueva? —solté nerviosa. Su mirada lograba que cada parte de mi quisiera ser reducida a moléculas.

—¿Una... cueva? —repitió.

Asentí, tomando mi lápiz y cuaderno donde tenía mis notas. Agarré un pequeño y viejo bolso que tenía, una linterna que la tía Sofie me dio días atrás cuando se fue la luz y la botella de agua medio vacía que llevaba a la escuela.

—Necesito ir a la cueva, la del sábado. —dije esta vez, cuando no recibí ninguna respuesta suya.

—¿Y me estás pidiendo permiso? —cuestionó sin terminar de entender.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora