⊰CAPÍTULO 20⊱

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La casa estaba sola cuando llegué. No había rastro de la tía Sofie, o de mi abuelo o de mi hermano, quien milagrosamente había venido con nosotros de la granja. Ninguna alma en ningún rincón.

Me apresuré a llegar a mi habitación, corriendo escaleras arriba y cayéndome una vez por no fijarme dónde pisaba. Puse el seguro a la puerta, arrojé mis cosas a una esquina y casi grito del susto al escuchar un auch.

Sentado en la silla que subí el día anterior para cambiar el bombillo estaba Rahmij, con la mochila en su regazo y el ceño fruncido.

—¡¿Qué haces aquí?! —chillé después de recuperarme del susto, tomando mi mochila de nuevo.

—¡Pues tengo que vigilarte! —dijo de la misma forma, sus brazos abiertos.

—¿Cómo que vigilarme?

—Por supuesto, ¿recuerdas que debes conseguir a Sarah? —asentí obvia, aunque eso podía ser una pregunta retórica. —Bien, Gul no confía en ti o en que estés haciendo algo.

Torcí los labios. No necesitaba tener una niñera para hacer mis investigaciones, ya tenía suficiente con el constante recuerdo de aquel animal devorando a mis padres o a Gregori.

Lo ignoré, caminando a mi cama para hacer lo que tenía planeado.

—¿Qué piensas hacer? —cuestionó, aún en la silla.

—Dormir.

—¿Dormir? —repitió, confuso.

Asentí.

Metí todo mi cuerpo en la cama, tomando esa cobija regalo de mi tía Sofie y envolví mi cuerpo. Acomodé la almohada para que hasta conseguir la posición que quería.

—¿Estás hablando en serio? —volvió a hablar. A ese punto mis ojos ya estaban cerrados y mi cerebro ya ignoraba su presencia.

Nunca fui el tipo de persona que llegaba de la escuela a dormir, siempre tenía que llegar a limpiar algo, a preparar comido o a terminar mis tareas. Nunca tocaba la cama hasta bien entrada la noche. Ahora, con mi tía pasando la aspiradora hasta por las cortinas y la abuela cocinando, solo me debía preocupar de tener mi cuarto y baño limpio, así como el hacer mis tareas.

Abrí mi ojo derecho, solo para encontrarlo de pie frente a mi con una expresión que delataba su exasperación.

—¿Qué?

—¿No piensas hacer algo más útil como... no sé, leer la biblia? —Mientras hablaba sus manos se ocuparon de quitar mi cobija, el repentino frío congelando Lemus hombros.

Me senté fastidiada, tomé de la punta más cercana de la cobija y tiré de ella para volverla a poner sobre mi cuerpo.

—¿Acaso la biblia me dirá dónde está Sarah? —irritada, di otro fuerte tirón de la cobija, Rahmij tirando hacia el otro lado con facilidad.

—No.

—Entonces no le veo la utilidad. —Di otro tirón.

—Con eso al menos te darás cuenta de lo serio que es esto. —Él volvió a quitármela, esta vez llegando hasta la punta de mis pies.

—Sé perfectamente la gravedad de esto.

—Parece que no. —Di otro tirón, esta vez usando ambas manos, así como yo. —¿Podrías por favor hacer eso?

—¿Acaso olvidas que puedo verla en mis sueños? —Tiré tan fuerte que terminé acostada sobre la cama y Rahmij a horcajadas sobre mis pantorrillas.

—¿Y en estos días has tenido éxito con ello?

Lo miré molesta, bastante irritada. Sí, seguía teniendo pesadillas con la misma cosa con vestido blanco. Sí, llevaba días sin ver nada de Sev o Sarah, pero eso no significaba que dejara de intentar. Con el psicólogo no teníamos muchos avances, él me daba consejos para dejar de tener pesadillas pero igual seguían apareciendo, lo que me dejaba en lo mismo.

Pacto con el diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora